Untitled - Editores Alambique

pecho, en tanto se reunió junto con demás a donde estaba
Galax, quien ante el trance sacó fuerzas de donde no
las había y, aunque tembloroso, se levantó para unirse al
apretujado círculo que formaron alrededor de Menq-Aurí,
quien estaba muriendo. Mainar-Rotarú fue la primera en
poner su mano sobre el catalejo de oro para entregarle
sus últimas energías; los demás hicieron lo mismo. Soplos
de agonía tejieron una tensa espera. Por fin, un ligero
resplandor volvió a ser emitido por Menq-Aurí; se había
salvado, aunque ninguno sospechaba que el catalejo de
oro quedaba ciego.
Liu Yuan resguardó a su amigo a la altura del pecho, si
bien no pudieron ni compartir una sonrisa pues la tormenta
los azotó con mayor furia. Galax señaló la parte de atrás
de la pequeña loma donde el marino y el catalejo habían
estado guiándolos. Crujiendo, le dieron vuelta a la loma
para cavar lo más alto posible un refugio entre el hielo,
esperando que la tormenta no los sepultara. Al terminar
Galax moldeó un borde de escarcha lo suficientemente
grande como para que ninguno se cayera durante el sueño,
pues el cansancio imposibilitaba montar guardia.
Antes de dormir, Mainar-Rotarú tuvo que emplear su
respeto para convencerlos de comer algo de las semillas
y frutos secos que llevaban, so riesgo de morir durante la
noche por falta de energía. Por el agua no había más que
agarrar un puñado de nieve y listo. En cuanto terminaron
de devorar el alimento, tanto los zapatos como los bastones
que les permitían a Yuan y a los hombres y mujeres pájaro
impulsarse en la nieve, hechos con parte del casco de
Lendrax, se entretejieron formando una hamaca que los
cubrió con delicadeza, hasta convertirse en un ovillo que
resguardaba cada partícula de calor. En segundos, el
sueño de la interminable noche del sur los venció.
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