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Un escalofrío latigó la espalda de la emisaria. Aunque<br />
aquel cuerpo también tenía rasgos faciales que recordaban<br />
los de ella, no había la menor duda de que se trataba de<br />
alguien principal, embalsamado a la usanza de los hijos<br />
de las arenas, tribu de antiquísimos habitantes. El rostro<br />
descubierto, de tonos azulados, comenzó a ejercer una<br />
atracción envolvente imponiendo su voluntad a los demás.<br />
Gorgala misma comenzó a sentir cómo aquella fuerza la<br />
irrigaba por dentro como si fuera un lento pero letal veneno.<br />
Sin embargo, contrario a lo que las criaturas esperaban,<br />
la mujer pájaro pegó un grito tirándose hacia atrás.<br />
Agujereada por el sudor, pero con la fi rmeza brillándole<br />
en lo profundo de sus ojos color miel, les dijo que jamás<br />
haría lo que le pedían. Los encapuchados, entonces, se<br />
abalanzaron sobre la emisaria arrastrándola hacia el ataúd,<br />
el cual estuvo inexplicablemente vacío. Fuera de sí, las<br />
criaturas amenazaban con meter a Gorgala en el féretro y<br />
enterrarla viva, en un hueco que se abrió de inmediato y que<br />
más parecía un rabioso hocico de tierra.<br />
—Si la magia es ciega —rechinaban—, será el instrumento<br />
de la destrucción que busca el poder, pues toda construcción<br />
es destrucción.<br />
De inmediato la amarraron, rugiendo que lo único<br />
que había era el poder y que el deseo total de éste era el<br />
verdadero impulso de las cosas.<br />
—Quien no está con el poder —vociferaban—, debe<br />
sucumbir ante éste. Si acaso venciera, será el poder a seguir,<br />
pues no hay nada que no sea poder al fi n. No importa lo que se<br />
diga, todo es destrucción, lo cual es siempre construcción.<br />
—Acepta el poder —aullaron al danzar con furia alrededor<br />
de Gorgala.<br />
Un salivazo fue lo único que los encapuchados recibieron<br />
por respuesta. Enloquecidos, tiraron a la emisaria boca<br />
abajo dentro del ataúd, arrojándole furiosos chillidos antes<br />
de cerrar la tapa, tirar el cajón hacia el hueco y comenzar<br />
a lanzar tierra. Y mientras de cada poro de Gorgala salía<br />
horror, una verdad comenzó a resonar desde lo más hondo<br />
de su mente y corazón: “Somos actos mágicos”, hasta que<br />
la pudo murmurar, convirtiéndose en una astilla a la cual<br />
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