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Untitled - Editores Alambique

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largos dedos, poderoso, intocable por cualquier criatura viva<br />

conocida. Imagínatelo desde antes que la humanidad fuera<br />

un balbuceo. Antes de que la vida burbujeara por primera<br />

vez. Ese sol, ¿dónde está verdaderamente? ¿Dónde es?<br />

Ahora imagina la piedra más pequeña donde habita el<br />

caracol más ínfi mo del mundo. El sol es verdaderamente<br />

sol, encuentra su lugar, si, de alguna manera, toca y es<br />

recibido por la vida del caracol. Nunca olvides el poder de<br />

lo pequeño, pues para quien es dueño de sí mismo nada es<br />

pequeño ni grande.<br />

Luego el capitán se fue y yo me dormí, oyendo una y<br />

otra vez lo que capitán de ultramar me dijera antes de<br />

marcharse:<br />

Para quien es dueño de sí mismo el lugar donde esté<br />

será uno donde la libertad no es un derecho sino un deber,<br />

la dignidad no es un valor sino una responsabilidad, y la<br />

compasión no es una virtud sino una necesidad.<br />

Casi a la media noche siguiente, Liu Yuan entró con<br />

una energía inusitadamente fuerte y, sin más, me indicó que<br />

tomara notas. Al revisar el nivel de mi pluma fuente volví a<br />

sentir el estremecimiento que produce cabalgar de nuevo<br />

hacia la batalla.<br />

—Después del derrumbe del túnel de hielo —dijo Yuan<br />

al recomenzar su historia—, el cual había sepultado al clan<br />

de la pluma roja y a nuestra Dangas, ni los emisarios ni yo<br />

nos movimos. Teníamos la esperanza de que la mujer pájaro<br />

saliera de aquella tumba de hielo, más parecida ahora a una<br />

terraza de fácil paso. Esperanza que en nada se parecía a<br />

la que Dangas vivía como propia, sino que era, como me<br />

había explicado en alguna ocasión, para los esclavos, los<br />

derrotados. Para la emisaria roja quien se sigue a sí mismo no<br />

“espera” sino que lucha con cada miga de su ser por aquello<br />

que cree. Porque es la búsqueda, fi nalmente, el caminar, el<br />

camino, y no el fi nal del mismo, lo que tiene sentido.<br />

Parado frente a la sepultura blanca del hielo terminé<br />

de comprender que la vida, y la muerte, no establecen<br />

ni afi ncan, no esclavizan ni dejan en libertad, pues nadie<br />

nace esclavo en su mente, ni a nadie puede esclavizarse<br />

sin consentimiento de su corazón. Comprendí que la vida,<br />

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