Francisco J. Laportamanera no sólo la obra de Rawls, que ellos mencionan, sino escritostan decisivos como Hacia la Paz Perpetua, de Kant, o Sobre la Libertad,de Stuart Mill, habrían servido de bien poco. Sería, en efecto,una pequeña trampa argumental descalificar cualquier teoría de lademocracia porque no vaya acompañada, pongamos por caso, de unreglamento de organización y funcionamiento de las mesas electorales.Sin embargo, aunque quizá lo maticé muy poco, espero no haberllegado tan lejos: mi exigencia de que se ofrezca siempre el diseñoinstitucional de cualquier teoría política puede circunscribirse a trescuestiones básicas: en primer lugar, naturalmente, si es o no posibleen absoluto articular institucionalmente dicha teoría (porque las hayque simplemente son inconcebibles); en segundo lugar, si la instituciónresultante respeta los principios teóricos y prácticos en que sefunda la propia teoría; y por último, si dicha institución puede tenerefectos perversos que pudieran haber sido cándidamente ignorados.I. ¿MANDATO IMPERATIVO O REFERÉNDUM?Pues bien, es desde esta perspectiva desde las que me propongoexplorar las sugerencias institucionales de mis interlocutores. Y tengoque reconocer que algunas de esas sugerencias me sorprenden. Deentre ellas la que más me sorprende es seguramente la rehabilitacióndel mandato imperativo. Me parecía algo que todo el mundo daba yapor saldado, pero vuelve a traerse a colación y no entiendo muy biencon qué objeto. Las razones que se esgrimen desde siempre parasuperarlo son resumidas por Burke en 1774, pero son el precipitado deun siglo de discusiones sobre la inconveniencia de que los representantesactúen siguiendo instructions de su distrito. En ese debate participangentes como Blackstone, Egmont, Hume o Walpole; y no solose oponen a ello, sino que son conscientes todos ellos de que estánluchando contra una inercia del parlamentarismo medieval. Exactamentelo mismo sucede en Francia a finales del siglo XVIII con laprohibición real de los cahiers. Esas razones de siempre son dos: enprimer lugar, que las instrucciones obligatorias del electorado de un100
Los problemas de la democracia deliberativa: una réplicadistrito son incapaces de distanciarse de sus propios intereses y depercibir el interés general; y en segundo lugar, que el Parlamento noes un congreso de embajadores de intereses distintos y hostiles, sinoque, y aquí voy a citar textualmente a Burke, “el Parlamento es unaasamblea deliberativa de una nación, con un interés, el del todo, dondeno han de dominar prejuicios locales, sino el bien general que resultade la razón general del todo”. 3 Es decir, que para ellos el mandatoimperativo transformaba al órgano representativo en un mosaico deintereses locales imposibles de ensamblar; y excluía a su vez la deliberacióny el razonamiento de conjunto. A mí estas dos razones meparece que siguen valiendo, y si se reivindica el mandato imperativohoy hay que hacerlo dando una respuesta a esas cuestiones. Misinterlocutores saben todo esto, pero parecen representárselo de otromodo: transforman mentalmente la pluralidad de distritos electoralesen una suerte de distrito único de todo el cuerpo electoral y lo ponen adeliberar sobre “ciertos principios o ideas generales” para obtener unaposición que sería vinculante para el delegado. Pero, claro, esto no esel mandato imperativo. Esto, si lo he entendido bien, supone transformarel mandato imperativo en algún mecanismo de democracia directa,un referéndum (si se trata de asuntos concretos, como el divorcio ola entrada en la OTAN) o un plebiscito constitucional (si se trata dedirectrices normativas generales). Desde luego aquí el papel que juegael “representante” no es demasiado airoso ni discutidor. Tiene quelimitarse a acusar recibo del resultado y cumplirlo en sus propios términos.Sólo en ese espacio de la interpretación y la ejecución se ledeja alguna iniciativa. Por eso se ha insinuado muchas veces que elmandato imperativo es una institución incompatible con la democraciarepresentativa. Y su nueva aparición seguramente trasluce la desconfianzaactual hacia las artimañas de los representantes con respecto alos representados. Pero, claro, resolver problemas de accountabilityprivando al mandatario de su libertad de acción es como quitar el dolorde cabeza cortando la cabeza.3 Se trata del famoso Speech to the Electors of Bristol. No quiero, sin embargo,demorarme con datos eruditos. Si lo traigo a colación es porque sus razones meparecen aún válidas.101
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