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José Rubio Carracedodemás “se blindan” frente a este voto (y a veces hasta contra susasociados). Pero la realidad es que tampoco los partidos se sometenal voto ciudadano, al menos en cuanto de ellos depende: se limitan aofrecer a los electores unas listas de candidatos previamente elegidos,y las ofrecen en forma cerrada y bloqueada, como un simple “lo tomaso lo dejas”. Y a los ciudadanos no les queda otra alternativa que votara unos o a otros. Excepto el voto en blanco o la abstención.Por último, me resulta llamativo el escepticismo y hasta la cerrazóncon que Laporta examina las cuatro propuestas principales, que, a sujuicio, se han presentado para abrir los partidos a la sociedad: el debateinterno, el sistema proporcional, la incorporación de independientesy simpatizantes, y las elecciones primarias.El “debate interno” puede tener efectos saludables, pero se perviertefácilmente en un “debate incesante”, en el que insensatamentese pone todo en cuestión y se termina en un “cúmulo de desacuerdosinternos” en lugar de “sintetizar en un mensaje coherente un programade acciones políticas para enfrentar problemas reales”. Pero deesto último se trata precisamente, y para esto se postula el debateinterno, en lugar de dejar a los dirigentes el monopolio del saber y deldecir. Y si se llega al “debate incesante” y al cuestionamiento de todo,¿no será síntoma de hasta dónde había llegado la desviación? No haymadurez sin crisis y la crisis bien resuelta suele conducir a la madurez.Al examinar la segunda propuesta, la del sistema proporcional enlas votaciones internas, revela Laporta una de las razones de su escepticismoa la primera: el debate interno es “el disfraz que adopta aveces algún descontento sectorial”, y de aquí esta segunda apelación.Pero entonces el partido se configurará como un conjunto de “facciones”o “sensibilidades”. No necesariamente. ¿O es que son tanirracionales los miembros de los partidos políticos? Precisamente, laley de Michels no es inexorable si se toman las oportunas precauciones:una de ellas es la de evitar el monolitismo y las mayoríasaplastantes, y el voto proporcional puede ser un buen antídoto contraello. Aunque todo puede tener efectos perversos, claro está.Tampoco la tercera propuesta le parece seria, ya que presuponeque los meros simpatizantes y los independientes no compartirían los84

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