José Rubio CarracedoMe resulta difícil entender estas valoraciones fuera del contexto dela retórica partidista. Porque es obvio que no es oro todo lo que reluceen los nuevos movimientos sociales y en las organizaciones no gubernamentales.Pero si algo es patente es que huyen como de la peste detodo lo que pueda asimilarles a los partidos políticos y a las organizacionesgubernamentales. ¿Por qué será? Explicarlo como mero efectode la presión de modas y corporatismos resulta por lo menos muysubjetivo y objetivamente injusto. Y no es que, en unos y en otros, noaparezcan defectos de enfoque (es cierto, el objetivo único tambiénpuede ser peligroso) y desviaciones corporatistas y sindicalistas (ahíestá el movimiento internacional de emancipación femenina actuandoen muchas organizaciones, en especial de la izquierda, con mentalidadsindicalista: primero el poder, después la revolución, ¿no les suena?En otros casos se han convertido en grupos oficiales de presión).Pero reducir tal eclosión sociopolítica a sus desviaciones puntualesparece más efecto de una ceguera profesional que de un análisis crítico.Porque se trata de una eclosión social de alcance político; pese asu voluntad, se trata de una alternativa a los partidos políticos, aunquesus miembros lo nieguen porque no quieren verse contaminados por“la política”. Pero su acción social, incluso a su pesar, tiene proyecciónpolítica directa. No pretenden sustituir a los partidos políticos (aunqueéstos se sienten amenazados: de ahí su reacción defensiva-agresiva),sino pasar de ellos. Pese a todo, los políticos siguen repitiendo: dadoque tenemos los partidos políticos, ¿quién necesita movimientos socialesni las ONG?Pero, ¿por qué no pueden ser “sujetos coadyuvantes del procesoelectoral”? Simplemente, porque la ley electoral, al servicio de lospartidos políticos, lo impide. Pero todo es cuestión de cambiar la leyelectoral y de ser fieles a la Constitución, que en su artículo 6 reconocea los partidos políticos ser “instrumento fundamental para la participaciónpolítica” 1 (no “el” instrumento fundamental ni el exclusivo,como tradujo la ley electoral consensuada por los partidos), pero acondición de que “expresen el pluralismo político y concurran a la1 El autor se refiere al artículo 6 de la Constitución Española (n. del comp.).82
¿Cansancio de la democracia o acomodo de los políticos?formación y manifestación de la voluntad popular” y de que “su estructurainterna y funcionamiento deberán ser democráticos”. Lamentablementelos partidos funcionan como meras organizacionesoligocráticas y no cumplen la primera condición (la inmensa mayoríade sus iniciativas han sido vampirizadas de las agendas de los movimientossociales) como tampoco la segunda (¿hace falta probarlo?).IV. PARTIDOS CERRADOS Y PARTIDOS ABIERTOSEstá claro que Laporta se muestra lacerado por el descrédito abrumadorde los partidos políticos. No comprende en qué puede basarseesta especie de conjura universal contra ellos. Y aunque me constasobradamente que no es un “intelectual orgánico”, su reacción recuerdaobjetivamente el cometido asignado a tales intelectuales. Ahí queda sudenuncia de que los partidos sean presentados como “la bestia negra”del cansancio de la democracia, que se les atribuyan todas las perversiones“partidistas” (sí, de ahí procede el término), que sean presentadoscomo “un verdadero obstáculo a la ‘auténtica’ democracia entendidacomo proceso libre y total de información, debate y decisión”. De ahí quedenuncie que la militancia, y hasta la mera cercanía a los mismos, seavista con extrema desconfianza, “como una suerte de contagio o infección”.Y que se dé por supuesto que sólo fuera de los partidos puede“haber competencia, independencia, objetividad, honestidad, generosidade interés general”. ¿Por qué será? Un liberal sincero como B. Manin(1997) recoge y apunta estos defectos con pasmosa sinceridad.Laporta apela también a la ley de Michels sobre el inevitable deslizamientode los partidos hacia la oligarquización. Pero enseguida aduce,con razón, que dicha ley afecta a “toda organización humana quepersiga fines” (en realidad, a toda organización que compita por elpoder). Y aduce, también con toda razón, que las “cúpulas sindicalesson tan rígidas e inamovibles”, así como las organizaciones religiosas,empresariales, las grandes corporaciones, los clubes de fútbol, etcétera.Pero los partidos tendrían, a su juicio, una ventaja única: sóloellos se someten periódicamente al voto ciudadano, mientras que los83
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