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Ernesto Garzón Valdéshan de ser curados con falsas ilusiones sino introduciendo las correccionesque exigen las cambiantes circunstancias de una historia quenunca termina y que no tiene más sentido que el que sus actores, esdecir, el género humano, le confiere.Cuáles puedan ser las posibles correcciones o ampliaciones de nuestrosistema conceptual referido a la democracia es algo sobre lo quevale la pena deliberar. Se trata, pues, de deliberar sobre cosas quecreemos no son imposibles de cambiar. Si así fuera, la deliberacióncarecería de sentido, como ya lo sabía Hobbes:“[C]on respecto a las cosas pasadas no hay deliberación pues esmanifiestamente imposible cambiarlas; ni con respecto a las cosasque sabemos que son imposibles o pensamos que lo son: pues loshombres saben o piensan que tal deliberación es en vano”. 65Y no sólo la deliberación es entonces imposible sino que tampococabe la esperanza ni sus manifestaciones de optimismo o pesimismocuyas formas extremas son el optimismo exaltado y el pesimismo fatalista.El primero considera que ahí no se debe hacer nada pues necesariamentese logrará lo que se quiere; el segundo, que no se puedehacer nada pues es imposible lograr lo que se quiere.Tal vez lo más prudente sea adoptar un cauteloso optimismo o, loque es prácticamente lo mismo, un pesimismo moderado que permitaalentar la esperanza de que lo que aún-no-es sea mejor que lo yasido,como esperaba Ernst Bloch. Pero como nada es gratis en la viday los diseños institucionales no son obra de los dioses sino de los hombres,la tarea del optimista moderado consiste en el cumplimiento deun doble deber: un deber de vigilancia estricta de los posiblesvaciamientos de las instituciones democráticas y un deber de pensarlos ajustes que las democracias nacionales, consolidadas o no, requierenpara enfrentar los peligros que denuncia el pesimista moderado.Si esto es así, puede pensarse entonces que es necesario:65 HOBBES, Thomas, Leviathán, en Thomas Hobbes. The English Works, ScientiaVerlag, Aalen, 1966, vol. 3, p. 48.180

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