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El cansancio de la democraciatiene que consistir en acudir continuamente a las asambleas decisoriasmás variopintas para participar activamente en la vida pública de lacomunidad es, sin duda, insufrible: por la mañana temprano, la asambleade barrio; luego el comité de la empresa; por la tarde, la asambleade padres de alumnos o cualquier otra; después, la participación municipal;al día siguiente, a madrugar de nuevo para decidir en el ordenadorpolíticas de ámbito nacional, y así sucesivamente. Siempre hepensado que un ciudadano acuciado por las demandas de una democraciaparticipativa acabaría exiliándose voluntariamente en una modestay confortable democracia representativa.Se me dirá que lo que sugieren los partidarios de la democraciaparticipativa es una mayor incorporación de los ciudadanos al debatey a la deliberación de las políticas públicas. Pero esa intensificaciónde la participación, que sin duda es deseable, no es algo que puedadarse por arte de magia. Los ciudadanos informados y con vocacióncivil no se pueden inventar así como así. Informarse y participar tieneun coste importante que han subrayado hace tiempo algunospolitólogos. Y si no se invierte en información todo lo necesario seacaba en el parroquialismo de pensar que sólo los problemas inmediatosy locales son los problemas reales. O en el viejo arbitrismo delas soluciones milagreras. Y luego está, por supuesto, el hecho deque semejante “sociedad deliberante” no se puede concebir hoy almargen de los medios de comunicación. Lo que llamamos con desvergonzadafrecuencia “opinión pública” no es la opinión del públicosino aquello que los medios asumen como temas relevantes. Esto sepone de manifiesto cada vez con más contundencia. Y nadie puededudar ya de que la lucha de los medios por las grandes audiencias hasituado al “mensaje” a un nivel de descrédito difícil de superar y hadegradado al espectador hasta extremos inconcebibles. Me pareceque para que tengamos una verdadera democracia deliberante en laque los ciudadanos acudan a las urnas con conocimiento de causa,tiene que pasar algo importante en la regulación de los medios decomunicación y en el diseño del sistema educativo. Pero esto nadie lodice claramente. Y nadie, naturalmente, tiene claro cómo se haceeso, ni si es deseable que se haga.39

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