Félix Ovejero Lucasmejorar la suya: no hay modo de deliberar más eficazmente. 21 De modoque cada vez es más lo que los individuos dejan de ingresar al dedicarsea los asuntos públicos, cada vez es mayor el costo de la virtud.Antes de examinar la tesis de la economía de la virtud, un par deconsideraciones que invitan a discutir sus implicaciones pesimistas. Laprimera se refiere a las “condiciones de producción” de la virtud cuyaspeculiares características pueden quedar desatendidas por la caracterización(económica) que aquí se hace: hay razones para pensar quelas actividades que convencionalmente se entienden como virtuosascaen del lado de las actividades autorrealizadoras, actividades con unascaracterísticas de “consumo y producción” un tanto peculiares. Mientrasen los procesos de consumo se experimenta una satisfacción inicialque decae con el consumo de unidades ulteriores del bien, en lasactividades autorrealizadoras (el aprendizaje de un instrumento musical,el ejercicio de la reflexión compartida, el cultivo de nuevas amistades,el estudio de una nueva disciplina), aun si inicialmente existen“costos”, pasado ese período, la satisfacción aumenta con la práctica.Con el tiempo se alimentan nuevas demandas, nuevas posibilidadesde ejercicio, nuevos retos. Por lo mismo, cuando no se cultivan, desaparecen(no se conservan como un “stock”). Sucede ejemplarmentecon los derechos, que no se reclaman cuando se ignoran y que, almenos algunos de ellos, se olvidan cuando no se ejercen.La segunda consideración se refiere al alcance de aplicación de laeconomía de la virtud. En algunas de las miradas liberales de los procesosparticipativos se asume una estrecha idea de la actividad políticaque excluye buena parte de las actividades importantes y cotidianas delas gentes y que convierte en vacuamente circular la descalificación queapela a la “falta de virtud pública”. Como progenitores, trabajadores,vecinos, miembros de diversas comunidades, los individuos continua-21 Esto no es plenamente verdad. Por ejemplo, las nuevas tecnologías de lainformación pueden abaratar enormemente la deliberación y la participación: informaciónsin costos y para todos, diálogo (horizontal y vertical) sin importar distancias, acceso adiversas comunidades. OVEJERO, F., Nueva sociedad y viejas ideas, ¿por qué no?,intervención en el seminario organizado por la Fundación Botín y dirigido por F. Jarauta“Nueva Economía y Nueva Sociedad” (en curso de publicación). Asimismo, cfr. WILHELM,A., Democracy in the Digital Age, Londres, Routledge, 2000.140
Democracia liberal y democracias republicanasmente realizan actividades que les importan, que se desarrollan en escenariospúblicos y que se traducen en la producción de bienes sociales;actividades en las que reclaman modificaciones, se sienten satisfechoso desilusionados de cómo van las cosas y procuran cambiarlas. Quienesdefienden la escasez de virtud no parecen considerar políticos esos quehaceres.La política queda reducida a las actividades de los políticosprofesionales en escenarios “públicos”, a aquellas que son retribuidasprecisamente porque no son, por sí mismas, retributivas. Desde luego,va de suyo que, con esa idea de la política, por definición, hay queconcluir que no hay virtud cívica, disposición participativa: la escasez sesigue de la idea misma de política como “actividad orientada a la producciónde bienes públicos que resulta ingrata y que es retribuida”. Deahí también, que, en esos términos, “naturalmente” se considere importanteel costo de oportunidad, lo que se deja de obtener en una actividadalternativa: no se contempla la posibilidad de que el proceso mismode “producir” política se contabilice como un “beneficio”.Pero vayamos a la tesis que, ante una mirada atenta, muestra ladebilidad, en diverso grado, de sus dos pies: la escasez y la condiciónde bien no reproducible. En lo que atañe a la escasez, vale decir quehay la suficiente evidencia empírica para descalificar las antropologíasmonocordemente egoístas. Compromisos, lealtades, sentimientos dejusticia forman parte de las motivaciones básicas —asentadas inclusobiológicamente— de la gente. 22 Pero, en todo caso, no es el puntomás importante. Es suficiente con la posibilidad de la virtud y éstaresulta indiscutible. Después de todo, la crítica a la democracia elitista,en cualquiera de sus versiones, no requiere negar la escasez de virtud.Es más, las iniciativas participativas encuentran buena parte de sujustificación en el reconocimiento de que no hay infinita virtud, de queno se puede presumir ni la virtud generalizada (infinitos ciudadanos22 Dicho esto, inmediatamente hay que añadir que si resulta fácil refutar laconjetura de que los hombres son unos egoístas puros, no es menos —seguramentelo es más— mostrar que tampoco son unos altruistas. Si la experimentación seorientase a mostrar que las gentes, con frecuencia, van a la suya, los resultados noserían difíciles de obtener. Para una crítica detallada del monismo antropológicoliberal, en F. OVEJERO, Sombras liberales, cap. I. (en curso de publicación).141
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