Félix Ovejero LucasPor el contrario, cuando uno percibe que entre su elección de A (antesque B) y lo que puede llegar a suceder hay una relación causal noremota, empieza a pensar en qué hacer, a tomarse en serio la importanciade su acción para el éxito o el fracaso de la empresa. Además,también por esta vía se economiza virtud: la impresión de que “uno nocuenta” o de que “mi acción es irrelevante” no solo no resuelve problemassino que amplía la lista. No sólo se trata de que, por no participar,no se realicen las tareas (públicas) que requieren colaboración, es quela falta de disposición genera problemas nuevos. Si creo que mi acción“no importa”, no participaré; si no participo, se complica la obtencióndel objetivo perseguido o, en todo caso, no me sentirécomprometido con lo que se decida; en uno u otro caso, el únicomodo de asegurar que “colaboro” (o que “no entorpezco”) es a travésde una acción (pública) que asuma los costos de vigilarme, loque reinicia los problemas. Los sistemas de vigilancia (o los complicadossistemas de incentivos) se hacen más necesarios cuando haymenos compromiso con las decisiones. No es independiente de lafalta de control de la ciudadanía la necesidad de institucionalizar unauditor, un vigilante profesional que, a su vez, necesita ser vigilado,pues, claro, el vigilante puede sentirse tentado de pactar con el vigiladopara “no molestarse”. Y lo mismo vale para el vigilante del vigilante.El resultado es la proliferación de los escenarios de informaciónasimétrica, los que estaban en el origen del problema. Las decisionesen las que se participa y que se asumen, por previsibles procesos decorresponsabilidad, necesitan menos tutelas exteriores que penalicena quienes no están por la labor. Como se dijo, la participación otorgafuerza vinculante a las decisiones. El vínculo entre “tomar parte en losprocesos de decisión” y “sentirse comprometido con la decisión” esinmediato. Y el compromiso es una condición del éxito de la realizaciónde las decisiones. Las decisiones políticas recaen sobre comunidades.Si estas descreen de ellas, las sienten ajenas o creen que es cosa deciertos profesionales, no se sentirán interesadas y, como consecuencia,las acciones políticas se frustran, lo que alienta el desaliento, lacreencia en la ineficacia de la política. Es otra razón por la que la virtudpresenta economías de escala.146
Democracia liberal y democracias republicanasVII. LA DEMOCRACIA REPUBLICANA IGUALITARIALas líneas anteriores nos han dejado en las puertas de la democraciaparticipativa y deliberativa, la democracia republicana de raíz igualitaria.No es el propósito de estas notas abordar su defensa, o tan solo indirectamente,a través de la crítica de las versiones elitistas de la democracia:la liberal, comprometida con el equilibrio de intereses y con la maximizaciónde la libertad negativa; y la republicana, interesada en las decisiones másjustas y en la minimización del consumo de virtud, rasgo este último quela aproxima a la perspectiva liberal. Como se acaba de ver, aun en suspropios términos, las dos muestran serias dificultades incluso para alcanzarlos objetivos que las justifican, como sistemas colectivos de decisión,cada una a su manera. La crítica de esas ideas, y en especial, los argumentosen contra de la “economía de la virtud” del republicanismo elitista,que mostraban la importancia de la participación para la buena deliberación,en pasiva, eran argumentos en favor del republicanismo igualitario.En todo caso, que no sea la presente la ocasión de extenderse en ladefensa de esa idea de democracia, no impide al menos mencionar losdos planos en los que esa defensa debería tener lugar, los mismos queinspiraban las preguntas que abrían estas páginas (¿qué democracia?,¿para qué?), esto es: la fundamentación y el diseño institucional.La justificación de la democracia republicana que aquí se ha avanzadotiene que ver con las decisiones más justas (o de mejor calidad normativa).Ello no excluye que se puedan abordar otro tipo de justificaciones. 2626 Sin embargo, hay una razón a favor de la presente justificación: lo propio de lademocracia es la toma de decisiones colectivas. La autorrealización y la igualdad de podertiene un vínculo menos exclusivo con la democracia; o de otro modo, tienen un alcancemucho más amplio, hay muchos modos de autorrealizarse y muchos escenarios en dondela igualdad de poder puede exigirse, amén de que caben diversas acepciones (al menos,ocho) de la idea de igualdad de poder. Por lo demás, para autorrealizarse es condiciónque se realice algo (y bien); lo que hace siempre indirectas las justificaciones desde laautorrealización, subordinadas a otro objetivo: la relización de algo. También se haintentado una justificación republicana que relaciona la participación en la deliberacióncomo una forma de promover contestability frente al gobierno, de cuestionar sus razones,y, de ese modo, evitar los peligros de la tiranía de la mayoría o de la élite y, por ende,evitar las intromisiones arbitrarias: PETTIT, P., “Deliberative democracy and the DoctrinalParadox” (manuscrito). Desde luego, poco queda ahí de la calidad de las decisiones.147
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