Giovanni Sartoriel interés del cliente queda óptimamente atendido en manos de unbuen abogado, es decir, mediante la capacidad, la cualificación y laresponsabilidad independiente del abogado que le representa. Conla responsabilidad política ocurre otro tanto y en mayor medida. Entonces,¿qué pasa con la calidad de los representantes? Burke retratócon acierto al mal líder popular. Permítanme citarle de nuevo:“Cuando los líderes optan por convertirse en postores de lasubasta de popularidad, su talento no será de utilidad para la construccióndel Estado. Se convertirán en aduladores, en lugar delegisladores; en instrumentos del pueblo, en lugar de sus guías. Sialguno de ellos propusiera un régimen de libertad sensatamentelimitado y correctamente definido, se vería de inmediato superadopor sus competidores, que propondrían algo más maravillosamentepopular.”Estas líneas se escribieron en 1790, lo que nos hace pensar que lafigura del político se ha mantenido de forma bastante similar. Pero elpopulismo y la demagogia no son inevitables. Sólo es posible mantenerlosa raya luchando contra ellos, y proliferarán con la dejación y larelajación.El autor clásico más preocupado por la calidad de los representanteselectos es, probablemente, John Stuart Mill, especialmente en susConsiderations on Representative Government, de 1861. Aunque nocreía que los “buenos representantes” pudieran resolver por sí soloslos problemas del Gobierno representativo, quería que las eleccionestuvieran “valor selectivo” (en el sentido cualitativo de la expresión).Pero hoy nos hemos rendido completamente ante esto. Y quiero resaltarque cuando digo “hemos” estoy pasando la culpa de los políticos alos estudiosos de la política. Los políticos tienen, al fin y al cabo, y porencima de todo, el problema de conseguir que los elijan. Pero losestudiosos deberían tener como prioridad el mantenimiento de los valoresy su defensa. De hecho, la mayoría de los politólogos son actualmentemuy normativos, fuertemente axiológicos. Sin embargo, en elámbito de la representación, su preocupación por una “buena repre-30
En defensa de la representación políticasentación” es bien escasa, bien equívoca. Nosotros (los estudiosos)analizamos los sistemas electorales exclusivamente en función de la“representación exacta”, de que los votos se traduzcan de forma justay equitativa en escaños. La noción de representación subyacente aesta cuestión es, como he señalado inicialmente, la representatividad:un concepto que no tiene relación alguna con el modo de conseguirque el proceso de constitución de un Gobierno representativo sea selectivoy, por tanto, favorezca una buena representación. Es una asombrosaomisión que debe subrayarse.En toda la Edad Media y con posterioridad, se ha supuesto que lamajor pars, los muchos, debían elegir (y, por tanto, seleccionar) la meliorpars, la mejor, o (según Marsilio de Padua) la valentior pars, la máscapaz. Y el ancien régime se derrumbó porque el orden social basado enlos privilegios hereditarios no era ya aceptado. Nuestro mundo liberaldemocráticonació, por tanto, de la reivindicación del principio de que elgobierno por derecho de herencia o por la fuerza debe sustituirse por elgobierno del merecimiento. Por tanto, en nuestras democracias las eleccionesse concibieron inicialmente como un instrumento cuantitativo paraelegir entre opciones de forma cualitativa: así, en el nacimiento de nuestrasdemocracias las elecciones eran concebidas como un instrumento cuantitativodestinado a realizar elecciones cualitativas. Pero, con el tiempo,la regla de la mayoría se ha convertido en un rodillo. Las eleccionestenían por objeto seleccionar, pero se han convertido en una forma deseleccionar lo malo, sustituyendo un liderazgo valioso por un liderazgoimpropio. Podría pensarse, como he señalado, que esta evolución erainevitable. Aun así, la preocupación por los valores no puede darse porperdida en aras de lo inevitable, sino levantarse para hacer frente a estainevitabilidad. Sin embargo, Ernest Baker fue prácticamente el últimogran autor que recalcó, en 1942, que “no podemos abandonar la ideadel valor, no podemos entronizar la mayoría por el simple hecho de quesea... superior en cantidad. Hemos de encontrar alguna foma de conservarel valor con la cantidad”. En los 50 años siguientes, sólo ha habidosilencio.Sin duda, el que las elecciones “seleccionen” es una exigencia normativa.Pero la representación es también, en último término, una31
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