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Democracia representativa y virtud cívicaindeseable. Pero lo cierto es que, contra lo que sostienen sus críticos,la deliberación no presume ni ángeles ni ordenadores. Antes al contrario,es porque los ciudadanos, como los políticos, no tienen toda lainformación, o todas las experiencias, o porque pueden confundir susintereses con los de todos, por lo que la exposición pública de lasrazones de sus decisiones puede preservar mejor las virtudes de losprocesos democráticos. La deliberación es precisamente un instrumentopara corregir las carencias de la virtud o de la razón y las patologíasdel directismo. 12Pero ni Laporta ni Sartori parecen tener mucha confianza en lasiniciativas deliberativas. Su defensa de la democracia representativa correparalela a una dura crítica a las “otras” democracias. Bueno será ver elalcance de sus críticas que, de acuerdo con su proceder, parece ser quetambién es un modo de valorar a la propia democracia representativa.II.LAS DEMOCRACIAS “IRRESPONSABLES”Si hemos de creer lo que Laporta y Sartori nos cuentan sobre las“otras democracias”, los defensores de éstas son unos insensatos,suban al carro con la satisfacción de quien se libera de un tabú, de un prejuicio.Porque no hay que engañarse, los principios, aun los más decentes, sostenidosexclusivamente en penalizaciones, son prejuicios. Cuando no se afincan en elconvencimiento, nos encontramos con situaciones como el cuento del “rey estádesnudo”: todos callan, pero nadie otorga. Los prejuicios pueden ser progresistas,pero no dejarán de ser prejuicios. El único modo de que los valores democráticosfructifiquen y de que el compromiso con los derechos sea algo más que “el respeto”es que se anclen en el convencimiento y eso, de un modo u otro, pasa por asegurarsu presencia en los escenarios públicos. Los prejuicios desaparecen cuando sereconocen sin posible fundamento; o cuando encuentran buenas razones parasostenerse, cuando devienen juicios. Es entonces cuando iniciativas como las de laparidad pueden llegar a resultar realmente eficaces, cuando contribuyen a corregirlas preferencias, a establecer marcos donde se criben y modifiquen los juicios. Sobreestos procesos: KURAN, T., Private Truths, Public Lies, Cambridge, Harvard U.P.,1995. Para las implicaciones de esta idea para la democracia, también para ladeliberativa: Cfr. el número monográfico “Public Ignorance”, Critical Review, 2, 1998.12 Para un desarrollo más detenido de esta tesis, OVEJERO, F., “Modelos dedemocracia y economía de la virtud” (en curso de publicación).63

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