Ernesto Garzón Valdésembargo, aun admitiendo la posibilidad de una comunidad de ciudadanossimpáticos dispuestos a aceptar los principios de la democracia,dado el alcance limitado de la simpatía, que el propio Hume reconocía,estas comunidades tenían que ser relativamente pequeñas yculturalmente homogéneas. En este sentido, sobre la propuesta humeanapesan los mismos inconvenientes que padecía la versión rousseaunianapara el caso de democracias populosas y heterogéneas.Vistas así las cosas, la concepción quizá menos exigente de unciudadano razonable, capaz de renunciar a la imposición unilateral desu concepción de lo bueno, parecería ser una buena solución paraasegurar la obtención de acuerdos democráticos en sociedadespopulosas y culturalmente heterogéneas. Es la propuesta de John Rawls,y también la de Brian Barry. En el modelo de Rawls, el ciudadano democráticono debe necesariamente ser un agente moral como queríaRousseau, o simpático como pensaba Hume: basta que sea razonable.La concepción rawlsiana de la justicia política prescinde del conceptode verdad política —es, por ello, más modesta epistémicamenteque la versión Condorcet-Nino— y se limita a la idea de lo razonable yaque ella haría posible “el solapamiento consensual de las doctrinasrazonables de una manera que no puede lograrlo el concepto de verdad”.31 La tesis central de Political Liberalism de John Rawls es que unsistema político está justificado si es aceptable por toda persona razonable.Como es sabido, Rawls establece una diferencia entre racionalidadpráctica y razonabilidad. Un agente puramente racional careceríade aquello que Kant llamaba “predisposición para la personalidad moral”.Esta capacidad es la que tendría el agente razonable. 32 Sobre labase de su concepto de razonabilidad, Rawls formula lo que podríallamarse la tesis del ciudadano razonable, cuyo comportamiento políticoconferiría calidad moral al sistema político.31 RAWLS, John, Political Liberalism, Nueva York, Columbia University Press,1993, p. 94.32 La disposición a ser razonable no se deriva de, ni se opone a, lo racional, peroes incompatible con el egoísmo, porque está relacionada con la disposición a actuarmoralmente”. (Ibídem, nota 1 en p. 49).166
Optimismo y pesimismo en la democraciaBrian Barry, en Justice as Impartiality, sobre la base de la concepciónde la posición originaria de Thomas Scanlon, recurre también a laidea de razonabilidad para definir su concepción de la justicia:“Llamaré una teoría de la justicia como imparcialidad, aquella teoríade la justicia que recurre a los términos del acuerdo razonable”. 33Tanto en el caso de Rawls como en el de Barry, la razonabilidad esel freno al egoísmo, es decir, a la imposición incondicionada de laspropias preferencias. Una democracia integrada por ciudadanos razonablesalcanzaría el más alto nivel posible de justicia y, por tanto,estaría internamente justificada. Su legitimidad procedería de “la disposicióna actuar moralmente” que animaría a sus miembros.Desde luego, el overlapping consensus al que llegarían los ciudadanosrazonables es también una versión más débil —y, por ello, más realista—de la idea del consenso rousseauniano: en una sociedad democrática notodos son razonables. Estarían también, entre otras personas irrazonables,los perfeccionistas, los nostálgicos de la esclavitud, 34 los tomistas,los nietzscheanos y los católicos romanos a quienes habría que derrotarpolíticamente y, si es necesario, reprimir por la fuerza. 35Así, pues, tanto la teoría de Rawls como la de Barry recurren alcriterio de razonabilidad como pauta de corrección de justicia políticapara sociedades multiculturales cuando sus miembros están dispuestosa renunciar a la imposición de sus concepciones de lo bueno a finde lograr la paz social. Ambas teorías pretenden ser neutrales conrespecto a las diferentes concepciones de lo bueno; no presuponenninguna concepción de lo bueno. En cierto modo, podría decirse quese bastan a sí mismas: “Se presenta [n], pues, como la solución alproblema del acuerdo”. 36 Según Barry, lo único que se necesita es quelos acuerdos sociales puedan “ser razonablemente aceptados por per-33 BARRY, Brian, Justice as Impartiality, Oxford, Clarendon Press, 1995, p. 7.34 RAWLS, John, op. cit., p. 196.35 BARRY, Brian, op. cit., pp. 168 y ss.36 Ibídem, p. 168.167
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