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Félix Ovejero Lucasnes, los políticos, por razones egoístas, se verían obligados a procurarel interés (del) público, de la misma manera que, en competencia, elpanadero hace el mejor pan para obtener más clientes, no por amor asus vecinos. Como en el mercado, las reglas del juego les obligaríana comportarse bien, a satisfacer las demandas ciudadanas. Nadie estáinteresado en atender los deseos de nadie, pero se ve obligado a hacerlopara su propio bien. Los políticos tratan de resolver los problemasde los ciudadanos pero no porque les preocupen, atienden a losintereses generales pero no asumen los intereses generales: son virtuososinstrumentalmente (que es lo mismo que decir que no lo son).A través de las elecciones de sus representantes, unos ciudadanos nonecesariamente virtuosos eligen a unos representantes que tampocolo son pero que se ven obligados a comportarse “como si” lo fueran.III. LOS LÍMITES DE LA DEMOCRACIA LIBERALEl mercado político está lejos de ser un mercado perfecto. Para queun mercado funcione correctamente se requieren bastantes cosas. Elmercado de empresarios/políticos que ofrecen productos/programasa consumidores/ciudadanos no es una excepción. 9 Ante todo es necesarioque sea sensible a las demandas de estos últimos. Precisamenteporque se trata de un sistema que opera sobre el supuesto de que losindividuos procuran exclusivamente por sus intereses, de que no hayrazones para presumir a priori disposiciones públicas, el escenario hade satisfacer ciertas condiciones para que el egoísmo se canalice en la9 Lo que no quiere decir que las condiciones de buen funcionamiento del mercadoeconómico equivalgan a las condiciones de buen funcionamiento del mercado político.En realidad, el “mercado” político se parece muy poco a un mercado económicoexcepto en que ambos “ consiguen” el buen resultado social a partir de la competenciaentre agentes que carecen de motivación social. En un mercado político “perfecto”,los votos se podrían comprar, vender y acumular. Los ciudadanos no estarían “atados”al voto, no serían votantes, ciudadanos, sino que tendrían (un derecho de propiedada) votos. La igualdad inicial, en el mejor de los casos, quedaría garantizada si cadauno tiene su propio voto. Después, según sus preferencias, lo podrían intercambiarlibremente: los que no tienen interés en votar se lo venderían a quienes sí lo tendrían.124

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