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Los problemas de la democracia deliberativa: una réplicade representación proporcional o las funciones del Senado. La evidenciaempírica de esto es tan abrumadora que se corre el riesgo deque sea utilizada por eso mismo como corroboración de los males ylas insuficiencias de la democracia representativa. Pero esto no sólosería injusto, sino altamente controvertible. En un marco de libertadde expresión y de amplia circulación de información de todo tipo, lagente se interesa por unas cosas más que por otras, y no sería extrañoque se pudiera afirmar sin graves errores que el interés por muchosde esos temas políticos y la información necesaria para abordarlosadecuadamente serían estadísticamente muy similares en un mediocultural privilegiado y en una muestra de gentes normales. Seguramentesucede que los temas no son tan apasionantes para muchos,la información satura pronto y el tiempo para obtenerla es un bienescaso. Yo he conocido a un diputado que había sido en tiempospartidario de la democracia participativa hasta que llegó al Parlamentoy se propuso interesarse únicamente por la información relativaa los temas realmente importantes. A los pocos días reconociósu derrota. Sin entregar a ello la vida entera es imposible estar enlas entretelas de más de tres o cuatro problemas importantes (problemas,pongamos, como el plan hidrológico, el sistema impositivo,los malos tratos a mujeres y el cupo pesquero). Y en esto me pareceque a veces los participacionistas y deliberativistas (con las excepcionesque sean necesarias) asumen inadvertidamente unaespecie de sacerdocio político para todo ciudadano y les parece unadejación de responsabilidad el que uno diga tranquilamente queprefiere que resuelvan los problemas los que entiendan de ellos.¿Que eso supone abandonarse en manos de los “técnicos”? Puesquizás no. Quizás signifique tan solo que sin cierta confianza en losrepresentantes y responsables no hay sistema político que funcione.Pero quizá sí, y admito entonces que puede ser peligroso entérminos de democracia, pero no veo por ningún lado que se vaya aconjurar ni ese ni otros peligros mayores convocando al electoradoa la plaza pública para que decida sobre dichos problemas con loprimero que se le ocurra. Y eso que, como es de rigor, todos tenemosque decir que el pueblo es sabio y “maduro”.103

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