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Democracia liberal y democracias republicanasmente realizan actividades que les importan, que se desarrollan en escenariospúblicos y que se traducen en la producción de bienes sociales;actividades en las que reclaman modificaciones, se sienten satisfechoso desilusionados de cómo van las cosas y procuran cambiarlas. Quienesdefienden la escasez de virtud no parecen considerar políticos esos quehaceres.La política queda reducida a las actividades de los políticosprofesionales en escenarios “públicos”, a aquellas que son retribuidasprecisamente porque no son, por sí mismas, retributivas. Desde luego,va de suyo que, con esa idea de la política, por definición, hay queconcluir que no hay virtud cívica, disposición participativa: la escasez sesigue de la idea misma de política como “actividad orientada a la producciónde bienes públicos que resulta ingrata y que es retribuida”. Deahí también, que, en esos términos, “naturalmente” se considere importanteel costo de oportunidad, lo que se deja de obtener en una actividadalternativa: no se contempla la posibilidad de que el proceso mismode “producir” política se contabilice como un “beneficio”.Pero vayamos a la tesis que, ante una mirada atenta, muestra ladebilidad, en diverso grado, de sus dos pies: la escasez y la condiciónde bien no reproducible. En lo que atañe a la escasez, vale decir quehay la suficiente evidencia empírica para descalificar las antropologíasmonocordemente egoístas. Compromisos, lealtades, sentimientos dejusticia forman parte de las motivaciones básicas —asentadas inclusobiológicamente— de la gente. 22 Pero, en todo caso, no es el puntomás importante. Es suficiente con la posibilidad de la virtud y éstaresulta indiscutible. Después de todo, la crítica a la democracia elitista,en cualquiera de sus versiones, no requiere negar la escasez de virtud.Es más, las iniciativas participativas encuentran buena parte de sujustificación en el reconocimiento de que no hay infinita virtud, de queno se puede presumir ni la virtud generalizada (infinitos ciudadanos22 Dicho esto, inmediatamente hay que añadir que si resulta fácil refutar laconjetura de que los hombres son unos egoístas puros, no es menos —seguramentelo es más— mostrar que tampoco son unos altruistas. Si la experimentación seorientase a mostrar que las gentes, con frecuencia, van a la suya, los resultados noserían difíciles de obtener. Para una crítica detallada del monismo antropológicoliberal, en F. OVEJERO, Sombras liberales, cap. I. (en curso de publicación).141

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