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Ball, Phillip. Masa critica. Cambio, caos y complejidad

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MASA C R IT IC A<br />

tieron primero en pueblos y luego en ciudades y luego en grandes ciudades.<br />

No todas ellas crecieron tan orgánicamente como Londres, por<br />

supuesto, con su denso entramado de calles como una conejera que pidiera<br />

ser habitada por rufianes dickensianos. Sería fascinante saber si los modelos<br />

peatonales unos pueden decir algo acerca de la evolución de la geografía<br />

urbana, pero es una pregunta cuya respuesta todavía no se ha<br />

investigado.<br />

No obstante, los modelos de crecimiento urbano han surgido de la<br />

física. En el siglo XIX, un grupo de sociólogos conocidos como the boosters,<br />

“los impulsores”, argumentó que las ciudades ejercen una fuerza<br />

de atracción sobre la gente y el comercio que es enteramente análoga<br />

a la atracción gravitatoria. Los impulsores imaginaron una ciencia del<br />

crecimiento urbano tan mecánica y determinista como las leyes de Newton,<br />

que describen los cuerpos que giran en campos gravitatorios. Sin<br />

embargo, las modernas teorías inspiradas en la física reconocen el carácter<br />

“orgánico” y complejo de la expansión urbana y siguen el ejemplo<br />

de los estudios de procesos de crecimiento en desequilibrio del tipo de<br />

los que hemos mencionado en el capítulo anterior, como las colonias<br />

de bacterias.<br />

¿Y por qué no? Al fin y al cabo, la ciudad moderna está viva. Por eso<br />

es tan emocionante, tan aterradora, tan proclive a tragarse a sus habitantes.<br />

Londres, Tokio, Delhi y Los Angeles palpitan, gruñen y suspiran<br />

y extienden sus muchos tentáculos. “Tanto si pensamos en Londres como<br />

en un joven recién levantado y aseado -escribe Peter Ackroyd, el biógrafo<br />

de la ciudad-, como si lamentamos que se haya convertido en un<br />

gigante deforme, hemos de considerarla como una forma humana con<br />

sus propias leyes de vida y crecimiento”.I(><br />

Ver Londres como forma humana requiere la imaginación de un novelista.<br />

De lo contrario, no es más que una masa amorfa que se extiende<br />

sobre el Támesis. Pero sus “leyes de crecimiento” existen, de eso no hay<br />

duda, y, al parecer, nadie puede controlarlas. Preocupada por la grotesca<br />

superpoblación dentro y alrededor de las murallas de la ciudad, Isabel<br />

I prohibió “todo tipo de vivienda o comercio dentro de un radio de<br />

tres millas de cualquiera de las puertas de dicha ciudad de Londres” .1"<br />

Esto potenció la expansión de las afueras, un proceso de agregación<br />

que a partir de entonces hizo estallar en mil pedazos las murallas de<br />

piedra. A la reina, lo mismo le habría dado poner puertas al campo.<br />

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