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Ball, Phillip. Masa critica. Cambio, caos y complejidad

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MASA C R ÍT IC A<br />

Como he dicho anteriormente, a menudo se dice que la Segunda Guerra<br />

Mundial fue una consecuencia inevitable de la Primera. Una Alemania<br />

amargada, resentida por la indignidad de las enormes deudas de<br />

indemnización, fue espoleada por un dirigente que restauraría el poder<br />

y el orgullo teutones. Sin duda hay mucha verdad en ello, pero Alemania<br />

no combatió sola. No sólo Italia, sino también Hungría y Rumania<br />

se unieron al Eje de Hitler, que durante un tiempo breve pero peligroso<br />

pareció imponerse a los Aliados. ¿Tenía Europa que dividirse de esa<br />

manera? ¿Se edificaron ambas alianzas mediante una serie de negociaciones<br />

independientes y enteramente contingentes? ¿O había fuerzas<br />

mayores en juego?<br />

En el mundo real debe de haber pocos ejemplos más exactos de un<br />

modelo de formación de coaliciones que el comienzo de la Segunda Guerra<br />

Mundial. Diecisiete naciones implicadas; hay 65.536 formas de dividirlas<br />

en dos bandos. Por supuesto, muchas de esas formas serían absurdos<br />

históricos (era imposible que toda Europa se uniera contra Estonia), pero<br />

no es en absoluto trivial anticipar las alianzas que surgieron a finales de<br />

la década de 1930.<br />

Axelrod y su compañero Scott Bennett tuvieron la audacia de confrontar<br />

su modelo paisajístico con el comienzo de la Segunda Guerra<br />

Mundial. Lo más difícil era encontrar una manera de cuantificar las interacciones<br />

entre los distintos países, las fuerzas que los situaron en un<br />

bando o en otro. Tradicionalmente, los politólogos han adoptado un punto<br />

de vista realista, el de que todos los estados consideran a todos los demás<br />

como enemigos en potencia; es decir, creen que todos se repelen entre sí.<br />

Esta perspectiva tan desoladora tiene una amplia justificación histórica,<br />

pero, por supuesto, los estados también han tenido tendencia a responder<br />

o a anticipar amenazas muy concretas causadas, por ejemplo, por la<br />

competencia económica o por divisiones étnicas o ideológicas. De igual<br />

modo, podían hacer causa común con otros estados por idénticos motivos.<br />

El politólogo Glenn Snyder observa que las alianzas surgen de esta<br />

mezcla de “conflictos y afinidades”.7<br />

Traducido al lenguaje de la física, conflictos y afinidades quiere decir<br />

repulsiones y atracciones. Pero, ¿cómo les adscribimos cifras? La mayoría<br />

de los politólogos neorrealistas no lo saben. Sin embargo, en cuanto<br />

expresan el problema en términos generales más que de acuerdo a las<br />

concreciones de la contingencia histórica, se puede empezar a vislumbrar<br />

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