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Ball, Phillip. Masa critica. Cambio, caos y complejidad

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M ASA C R ÍT IC A<br />

dad no puede hacer es decirnos cómo deberíamos vivir, cómo deberíamos<br />

definir nuestras responsabilidades individuales y colectivas, cómo<br />

deberíamos decidir qué es importante. Pocas cosas hay tan erróneas y<br />

peligrosas como buscar en la ciencia una guía moral. No hay leyes de la<br />

naturaleza que nos digan cómo comportarnos o cómo gobernar. John<br />

Stuart Mili reconoció la locura de intentar construir una utopía sobre la<br />

base de leyes que supuestamente determinan cómo tienen que ser las cosas<br />

en lugar de cómo son:<br />

Una enorme proporción de los que han denunciado el carácter<br />

de los políticos filósofos no han intentado establecer secuencias<br />

universales, sino determinar preceptos universales. Han imaginado<br />

alguna forma de gobierno, o sistema de leyes, válido en todos los<br />

casos; una pretensión que bien merece la ridiculización con que<br />

se la toman quienes están inmersos en la práctica política.14<br />

El filósofo escocés Adam Ferguson, colega de Adam Smith, estableció<br />

una distinción clara en 1776. Si una ley física nos dice lo que es, dijo, una<br />

ley moral dice lo que debe ser. La segunda es ley “como consecuencia de su<br />

rectitud, o de la autoridad de la que emana [ ...] no porque sea un hecho”.15<br />

El problema, por supuesto, es que si no hay forma objetiva de establecer<br />

leyes morales, la ley de una persona no tiene mayor fuerza que<br />

la de otra, así pues, la primacía depende de la distribución del poder.<br />

Para Carlos I era una ley moral que debía ostentar un poder absoluto.<br />

Los intentos de Bentham y Mili por evitar ese relativismo recurriendo<br />

al principio del utilitarismo -el mayor bien para el mayor número-*<br />

nunca fueron muy convincentes: la políticas sociales no las puede determinar<br />

la simple aritmética.<br />

Sin embargo, Ferguson identifica el eje ético central de una física de<br />

la sociedad: el equilibrio entre elección y determinismo. Ferguson era<br />

tan producto de su tiempo como Adam Smith, Comte o Condorcet y,<br />

por tanto, creía que hay leyes “naturales” que gobiernan la sociedad. “Las<br />

naciones -escribió- tropiezan con instituciones que en realidad son el<br />

resultado de la acción humana, pero no el resultado de ningún designio<br />

* G eorge K ingsley Z ip fh a señalado que esta idea carece de sentido, se trata de la “ falacia del doble<br />

óptim o”. ¿Es el m ayor bien para unos pocos tan deseable com o un bien m oderado para muchos?<br />

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