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Ball, Phillip. Masa critica. Cambio, caos y complejidad

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M ASA C R ÍTIC A<br />

gía la división del trabajo en un sistema fabril. A cambio, estos trabajadores<br />

“proletarios” recibían un salario.<br />

Adam Smith sostenía que los salarios alcanzaban su valor “justo”, igual<br />

que cualquier otro producto del mercado: el trabajador más barato se hacía<br />

con el mercado. Esto significaba que el valor “verdadero” o “fundamental”<br />

del trabajo fuera un salario de subsistencia -un trabajador no podía<br />

permitirse trabajar por menos, mientras que aquellos que pedían más, no<br />

eran contratados-. Así pues, el economista David Ricardo (1772-1823) señaló<br />

a principios del siglo XIX que el capitalista industrial siempre podría contratar<br />

mano de obra por no más de lo que costaba mantenerla con vida:<br />

ésta es la macabra Ley de Hierro de los Salarios de David Ricardo. Y<br />

normalmente, los patrones se limitaban a hacer eso. En realidad, a veces<br />

el proletariado ni siquiera tenía garantizada su subsistencia.*<br />

Marx consideró las perspectivas de futuro del sistema capitalista. Sus<br />

conclusiones auguraban esperanza para los trabajadores oprimidos y dificultades<br />

para sus patrones. El capitalismo, afirmaba Marx, está condenado<br />

a agotarse y a ser derrotado por la revolución proletaria. No se<br />

trataba tan sólo de ilusiones ni del resultado deseado de ningún imperativo<br />

moral. Marx creía que podía demostrar sus vaticinios con rigor<br />

científico. El enfoque de Marx parecía el epítome de la deducción de la<br />

realidad a partir de un modelo científico: idealizó, simplificó, descartó<br />

irrelevancias. Su paisaje económico describía una sociedad de dos capas<br />

constituida tan sólo por trabajadores (que venden su trabajo a cambio<br />

de un salario) y propietarios industriales capitalistas (que compran trabajo<br />

y venden productos).<br />

Los capitalistas buscan el beneficio. Pero como Smith había señalado,<br />

los beneficios siempre se ven erosionados: porque los salarios suben y<br />

porque hay competencia, que siempre tira de los precios hacia abajo, hacia<br />

su coste de producción. La única forma de que una empresa pueda mantener<br />

los beneficios es con la expansión. Lo cual, afirmaba Marx, supone<br />

* Adam Smilh señaló que los salarios de subsistencia no son iguales tan sólo al coste de m antener vivo<br />

a un trabajador: “en la m ayoría de las ocasiones han de ser algo superiores, de otro modo le resultaría<br />

im posible mantener una familia y esa especie de trabajadores no podría sobrevivir más que una generación”<br />

. Smith no refrendaba la miseria absoluta que llevan implícitas sus palabras, pero ésa era la realidad<br />

de su mundo, un mundo en el que “la mitad de los niños nacidos [...] mueren antes de la edad adulta”<br />

(A. Smith An Inquiry inío the Nature and Causes o f the Wealth ofNations, versión abreviada, L. D ickey (ed.),<br />

Indianápolis, Hackett Publishing Co., 1993, p. 33.) Sin embargo, el m undo de la era industrial no era tan<br />

im placable: los salarios reales se duplicaron durante la época victoriana.<br />

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