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necesitó ponerse en comunicación con Dios, tanto más el hombre judío con el que Dios se había<br />
puesto en comunicación primero.<br />
En la clasificación de los salmos hemos podido apreciar las diversas funciones que a nivel<br />
individual y, sobre todo, a nivel social, en la liturgia del Templo, ha desempeñado el libro de los<br />
Salmos. Es el salterio el libro del AT que más al vivo descubre al Dios del pueblo de Israel. En<br />
este sentido destacamos algunas de sus afirmaciones:<br />
• Categórica profesión de monoteísmo, con frecuentes invectivas contra la idolatría de los<br />
otros pueblos.<br />
• Dios es el creador de todas las cosas y él es el que dirige la historia de todos los pueblos y<br />
los rige justamente.<br />
• A pesar del negro panorama que invade bastantes salmos, sin embargo, de todos ellos<br />
emerge una sincera confesión de la santidad, de la justicia y de la bondad de Dios, en la que<br />
siempre se termina depositando la confianza.<br />
• El oráculo contenido en algunos salmos trasciende la referencia a posibles personajes<br />
históricos del AT, teniendo una indiscutible connotación mesiánica.<br />
MENSAJE PARA HOY<br />
Los salmos tienen actualidad; prueba de ello es que la Iglesia continúa usándolos con<br />
profusión en su oración pública, particularmente en la Liturgia de las Horas. No obstante, hay<br />
también mucha gente que prescinde de su rezo: su lenguaje les resulta anticuado, y la mentalidad<br />
que reflejan, inadecuada. En parte pueden tener razón: no podemos rezar nosotros muchos<br />
salmos como los rezaron los judíos; habrá que hacer una adaptación; incluso en algunos casos lo<br />
mejor será prescindir de ellos. Pero hay otros muchos que conservan su vigencia primigenia: la<br />
expresión de sentimientos que surgen de lo más profundo del corazón humano en su<br />
confrontación con Dios tiene un valor permanente; como lo tiene la poesía de todos los grandes<br />
líricos de la humanidad.<br />
En su empleo tengamos presentes las recomendaciones que nos hace Alonso Schókel:<br />
"No pensemos que a la primera todos los salmos se nos someterán y los sentiremos como<br />
propios, tampoco pensemos que todos los salmos son para todos en cualquier circunstancia. El<br />
libro de los Salmos es un repertorio y como tal se ha de usar: por una parte, con fidelidad, para no<br />
desterrar de nuestra espiritualidad componentes esenciales (por ejemplo, la alabanza, la sed de<br />
justicia, el respeto sobrecogido); por otra, con libertad, para reconocer el momento de nuestra<br />
vida, de nuestra comunidad, del ciclo litúrgico en la Iglesia. Tampoco tengamos miedo de cambiar<br />
y adaptar en privado; demos tiempo a estas palabras para que resuenen y se dilaten. Y un día,<br />
aprendido su lenguaje, quizá seamos capaces de componer otras oraciones a su semejanza.<br />
El libro de los Salmos es como un árbol, que plantado junto a la corriente da fruto en su<br />
sazón... El que coma de este árbol vivirá".<br />
Abrir el libro<br />
En el momento de abrir el Libro de los Salmos, quizás nos detenga cierto temor: ¿no hará<br />
falta saber muchas cosas antes de leer la Biblia? Es cierto que hemos de conocer algunas, pero lo<br />
mejor es aprenderlas mientras se lee, con ocasión de las preguntas que esa misma lectura<br />
suscita. Sin pensarlo más, tomemos el salmo 76. Queda hacia la mitad del Salterio; me fijaré en<br />
uno de sus versículos (el 1 I), que a su vez está hacia la mitad del salmo:<br />
Y me digo: ¡Pobre de mí!<br />
se ha cambiado la diestra del Altísimo<br />
Esto quiere decir que el brazo de Dios `no es ya el que era'. Hoy ya no se ve nada de sus<br />
acciones extraordinarias. Hasta puede que sea todo al contrario: victorias no de Dios sino de los<br />
que le rechazan; retroceso de los que creen en él. Por eso dice el salmista: `¡Pobre de mí!'<br />
¿Quién es ese salmista? ¿Quién habla? ¿Quién dice que no es la misma la diestra del<br />
Altísimo? En otros tiempos se habría respondido `Es David', porque el pueblo de Israel, y también<br />
los hombres del NT, atribuyen los salmos a David. La historia nos ha enseñado que tal atribución<br />
no guarda sino un valor simbólico; en efecto, este nombre es el signo con que todo Israel se<br />
reconoce, en que se resumen todos los cantores anónimos que escribieron los salmos.<br />
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