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sepulcro de Jesús filmando y grabando cuanto allí aconteció, jamás consignaría la médula misma<br />
de la resurrección. Podría tan sólo atestar que un muerto seguía vivo. Pero ni sus películas ni sus<br />
grabaciones captarían la esencia de esa vida infundida a Jesús. Y en esto consiste precisamente<br />
su resurrección. Esta no es ni histórica ni demostrable. Es mucho más que eso. Es algo tan<br />
sublime que comporta la presencia de la `dynamis' de Dios, la cual no puede quedar envasada en<br />
simples módulos históricos" (A. Salas).<br />
• La resurrección en Jesús, en nosotros, en toda la creación<br />
Con la Resurrección culmina la acción salvadora de Jesús.<br />
Para él supuso su rehabilitación, su glorificación. "La Resurrección, siendo la glorificación<br />
del Hijo por el Padre, pone el sello de Dios sobre el acto de redención inaugurado por la<br />
encarnación y consumado por la cruz. Por ella es constituido Jesús `Hijo de Dios en su poder' (Rm<br />
1, 4), `Señor y Cristo' (Hch 2, 36), `cabeza y salvador' (Hch 5, 31), `juez y señor de los vivos y de<br />
los muertos' (Hch 10, 42). Habiendo retornado al Padre (Jn 20, 17), puede ahora dar a los<br />
hombres el Espíritu prometido (Jn 20, 22). Así se revela plenamente el sentido profundo de su<br />
vida terrena; ésta era la manifestación de Dios acá en la tierra, de su amor, de su gracia (2 Tm 1,<br />
10)" (Léon-Dufour).<br />
Para nosotros supone la incorporación a ese Cristo resucitado, lo que nos permite entrar en<br />
la participación de todos los bienes de ese Reino de Dios establecido por Jesús. El es el que crea<br />
constantemente en nosotros el hombre nuevo, llamándonos incesantemente a la renovación de<br />
mente y corazón y a colaborar juntamente con él para que la fuerza de su Resurrección<br />
transforme la humanidad entera.<br />
La Resurrección de Jesús nos hace también proyectar la mirada desde este Reino de Dios<br />
incoado, tal cual lo estamos viviendo aquí y ahora, hacia el Reino de Dios consumado.<br />
Es el Reino de Dios en el que Jesús recibirá la glorificación plena: "Le dieron poder real y<br />
dominio; todos los pueblos, naciones y lenguas lo respetarán. Su dominio es eterno y no pasa, su<br />
reino no tendrá fin" (Dn 7, 14; Mt 24, 30; Mc 13, 26; Lc 21, 27). "A aquel que nos amó, nos ha<br />
liberado de nuestros pecados por su sangre, nos ha convertido en un reino y hecho sacerdotes de<br />
Dios, su Padre, a El, la gloria y el poder por los siglos de los siglos. Amén. ¡Mirad! El viene en las<br />
nubes. Todo ojo lo verá; también los que le atravesaron" (Ap 1, 5-7). "Entonces vi de pie..." (Ap 5,<br />
6-14).<br />
Y también nosotros entraremos en su posesión definitiva: "Y cuando este ser corruptible se<br />
revista de incorruptibilidad y este ser mortal se revista de inmortalidad, entonces se cumplirá la<br />
palabra que está escrita: la muerte ha sido devorada en la victoria" (1 Co 15, 54).<br />
Una incorruptibilidad que será participada también por toda la creación: "La creación, en<br />
efecto, fue sometida a la vanidad... en la esperanza de ser liberada de la servidumbre de la<br />
corrupción para participar en la gloriosa libertad de los hijos de Dios" (Rm 8, 20-21). "Pero esperamos,<br />
según nos lo tiene prometido, nuevos cielos y nueva tierra, en los que habite la justicia"<br />
(1 P 3, 13). "Luego vi un cielo nuevo y una tierra nueva" (Ap 21, 1).<br />
LOS CUATRO EVANGELIOS<br />
Hablamos de la unidad y diferencias entre los libros del NT. Eso mismo tenemos que<br />
repetirlo ahora. Ciertamente que hay unidad entre los cuatro evangelios; incluso un lector<br />
superficial apenas si encontrará diferencias entre ellos. No obstante, las hay, pero no tantas como<br />
para que tengamos que decir que nos hablan de un Jesús distinto; son enfoques de la misma<br />
realidad desde ángulos diferentes.<br />
Desde muy antiguo se han observado estas diferencias; de ahí la tendencia a expresarlas<br />
de una forma sintética y hasta simbólica. A San Agustín se atribuye la identificación de los cuatro<br />
evangelios con los cuatro vivientes del Apocalipsis (Ap 4, 6-9; Ez 1,5s): Mateo con el hombre,<br />
porque comienza con una genealogía; Marcos con el león, porque comienza en el desierto; Lucas<br />
con el toro, porque comienza con un sacrificio en el templo: Juan con el águila, porque comienza<br />
remontándose a la divinidad. Existen otras muchas catalogaciones: Mateo es el evangelio del<br />
Reino, Marcos el evangelio del Hijo de Dios, Lucas el evangelio de la misericordia, Juan el evangelio<br />
del revelador, etc.<br />
Normalmente nos hemos atenido al orden en que aparecen los libros en nuestras Biblias;<br />
sin embargo, en el caso presente, vamos a referirnos primero a Marcos por razón de las<br />
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