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Descargar - Alcaldia Municipal de San Miguel

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Juliette Benzoni<br />

situación con Vidal-Pellicorne. Con semejante apellido, sin<br />

lugar a dudas era un personaje fuera <strong>de</strong> lo común.<br />

El tren avanzaba a través <strong>de</strong> la vasta llanura que ro<strong>de</strong>aba<br />

Varsovia. Pese a la gran comodidad <strong>de</strong> su compartimento,<br />

Morosini sintió la necesidad <strong>de</strong> salir <strong>de</strong> aquella caja. El día <strong>de</strong><br />

enclaustramiento le había dado ganas <strong>de</strong> moverse, <strong>de</strong> ver gente,<br />

aunque sólo fuera para evitar pensar <strong>de</strong>masiado en el<br />

hombrecillo <strong>de</strong> bombín. Era una estupi<strong>de</strong>z, pero, cuando se<br />

ponía a pensar en él, le entraban ganas <strong>de</strong> llorar.Cuando sonó la<br />

campanilla anunciando el primer turno <strong>de</strong> cenas, fue al vagón<br />

restaurante. Un maître reverencioso, con calzón corto y medias<br />

blancas, lo condujo a la única mesa todavía libre, pero le<br />

informó <strong>de</strong> que los otros tres sitios estaban reservados y <strong>de</strong> que<br />

tendría compañía.<br />

—A no ser que prefiera esperar el segundo turno. Habrá un<br />

poco menos <strong>de</strong> gente.<br />

—¡Dios mío, no! Ya que estoy aquí, me quedo —dijo<br />

Morosini, a quien la i<strong>de</strong>a <strong>de</strong> volver a su soledad, aunque fuese<br />

por sólo una hora, no hacía ninguna gracia. En cambio, la<br />

atmósfera <strong>de</strong>l vagón con sus marqueterías brillantes y sus<br />

mesas con flores, iluminadas por lamparitas con pantalla <strong>de</strong><br />

seda color naranja, le resultaba <strong>de</strong> lo más agradable. Los <strong>de</strong>más<br />

comensales eran hombres elegantes y había dos o tres mujeres<br />

bonitas.<br />

Resuelto el problema, se concentró en la lectura <strong>de</strong> la carta,<br />

aunque la verdad era que no tenía hambre. La voz <strong>de</strong>l maître<br />

hablando en francés le hizo levantar la vista.<br />

—Señor con<strong>de</strong>, señorita, esta es su mesa. Como les he<br />

explicado…<br />

—Deje, <strong>de</strong>je, amigo. Está muy bien así.<br />

Aldo ya se había puesto en pie para saludar a las tres<br />

personas que iban a ser sus compañeros durante la cena y<br />

contuvo justo a tiempo una exclamación <strong>de</strong> alegre sorpresa:<br />

ante él se hallaba la joven <strong>de</strong>sesperada <strong>de</strong> Wilanow,<br />

acompañada <strong>de</strong> un hombre <strong>de</strong> cabellos grises y semblante<br />

altivo, actitud que quedaba reforzada por el monóculo; el tercer<br />

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