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Descargar - Alcaldia Municipal de San Miguel

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Juliette Benzoni<br />

resultar agradable aventurarse con zapatos <strong>de</strong> tacón alto. Pese a<br />

todo, tiendas cerradas don<strong>de</strong> se anunciaban ven<strong>de</strong>dores <strong>de</strong><br />

muebles, joyeros, traperos y ven<strong>de</strong>dores <strong>de</strong> curiosida<strong>de</strong>s<br />

jalonaban el angosto pasillo. El rótulo <strong>de</strong> estos últimos <strong>de</strong>spertó<br />

en el príncipe anticuario el viejo <strong>de</strong>monio <strong>de</strong> la caza <strong>de</strong>l objeto.<br />

¿Habría maravillas <strong>de</strong>trás <strong>de</strong> aquellos postigos mugrientos?<br />

La calle <strong>de</strong>sembocaba en una pequeña plaza con una<br />

fuente. Allí se <strong>de</strong>tuvieron. Sacando una llave <strong>de</strong>l bolsillo,<br />

Amschel se acercó a una casa alta y estrecha, subió los dos<br />

peldaños <strong>de</strong> piedra que conducían a la puerta, junto a la que se<br />

veía la inevitable hornacina ritual, y abrió.<br />

—Hemos llegado a mi casa —dijo, apartándose para <strong>de</strong>jar<br />

que su compañero penetrara en un estrecho vestíbulo, casi<br />

totalmente invadido por una empinada escalera <strong>de</strong> ma<strong>de</strong>ra, y<br />

<strong>de</strong>spués en una habitación bastante confortable, don<strong>de</strong> había<br />

varias estanterías dispuestas alre<strong>de</strong>dor <strong>de</strong> una gran estufa<br />

cuadrada que <strong>de</strong>spedía un agradable calor y <strong>de</strong> una amplia<br />

mesa cargada <strong>de</strong> papeles y <strong>de</strong> libros. Unos sillones tapizados<br />

invitaban a sentarse, cosa que Morosini se disponía a hacer,<br />

pero Élie Amschel atravesó esa sala para acce<strong>de</strong>r a una especie<br />

<strong>de</strong> cuchitril ocupado por varias lámparas <strong>de</strong> petróleo colocadas<br />

sobre un baúl.<br />

El hombrecillo encendió una; luego, apartando la gastada<br />

alfombra, <strong>de</strong>jó a la vista una trampilla <strong>de</strong> hierro y la levantó.<br />

Aparecieron los peldaños <strong>de</strong> una escalera <strong>de</strong> piedra que bajaba.<br />

—Le mostraré el camino —dijo, levantando la lámpara.<br />

—¿Tengo que cerrar la trampilla? —preguntó Morosini, un<br />

poco sorprendido por ese ceremonial. Pero Amschel le <strong>de</strong>dicó<br />

una amplia sonrisa.<br />

—¿Para qué? Nadie nos persigue.<br />

La misteriosa escalera conducía simplemente a una bo<strong>de</strong>ga<br />

en la que había lo que se pue<strong>de</strong> esperar encontrar en una<br />

bo<strong>de</strong>ga: toneles, botellas llenas, botellas vacías y todo el<br />

material necesario para su uso y mantenimiento. Élie Amschel<br />

sonrió.<br />

—Tengo algunas buenas reservas —dijo—. A la vuelta<br />

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