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Descargar - Alcaldia Municipal de San Miguel

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Juliette Benzoni<br />

confieso que me ha sorprendido que lo reconozca. Debe poseer<br />

usted una vasta cultura para haber i<strong>de</strong>ntificado tan <strong>de</strong>prisa<br />

nuestra reliquia.<br />

—No. Simplemente soy un veneciano que ama su ciudad y<br />

conoce más o menos todos sus tesoros, entre ellos los <strong>de</strong> la<br />

Aca<strong>de</strong>mia. Lo que me asombra es que Tiziano representara el<br />

pectoral con tanta fi<strong>de</strong>lidad. ¿Lo habría visto?<br />

—Estoy seguro <strong>de</strong> que sí. La joya <strong>de</strong>bía <strong>de</strong> encontrarse<br />

entonces en el gueto <strong>de</strong> Venecia, don<strong>de</strong> el maestro escogía a<br />

muchos <strong>de</strong> sus mo<strong>de</strong>los. Incluso podría ser que el Sumo<br />

Sacerdote <strong>de</strong> su lienzo no fuera otro que Judá León Abrabanel,<br />

llamado León el Hebreo, que fue una <strong>de</strong> las eminencias<br />

intelectuales <strong>de</strong> su tiempo y quizás uno <strong>de</strong> sus guardianes. Sin<br />

embargo, el pincel mágico sólo pudo imaginar las piedras<br />

ausentes, las más preciosas, por supuesto.<br />

—¿Cuándo <strong>de</strong>saparecieron?<br />

—Durante el saqueo <strong>de</strong>l Templo. Un levita consiguió salvar<br />

el pectoral, pero <strong>de</strong>sgraciadamente lo mató un compañero, el<br />

que lo había ayudado. El hombre cogió la joya, pero, tal vez<br />

temiendo sufrir la maldición que siempre lleva aparejado el<br />

sacrilegio, no se atrevió a quedársela. Lo cual no le impidió<br />

<strong>de</strong>sengastar el zafiro, el diamante, el ópalo y el rubí, o sea, las<br />

piedras más raras, con las que logró embarcar rumbo a Roma,<br />

don<strong>de</strong> su rastro se perdió. El pectoral, enterrado bajo montones<br />

<strong>de</strong> <strong>de</strong>sperdicios, fue rescatado por una mujer que consiguió<br />

llegar a Egipto.<br />

Atraído por la increíble placa <strong>de</strong> oro, en la que sus <strong>de</strong>dos<br />

vagaban <strong>de</strong> una piedra a otra, y acunado por la voz <strong>de</strong> Aronov,<br />

Morosini sentía a la vez la fascinación <strong>de</strong> las gemas y la <strong>de</strong> una<br />

historia <strong>de</strong> las que a él le gustaban.<br />

—¿De dón<strong>de</strong> son? —preguntó—. La tierra <strong>de</strong> Palestina no<br />

produce mucha pedrería. Reunirlas <strong>de</strong>bió <strong>de</strong> ser difícil.<br />

—Las caravanas <strong>de</strong> la reina <strong>de</strong> Saba las trajeron <strong>de</strong> muy<br />

lejos para el rey Salomón. Pero ¿quiere que volvamos a la razón<br />

<strong>de</strong> su viaje?<br />

—Por favor.<br />

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