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Descargar - Alcaldia Municipal de San Miguel

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Juliette Benzoni<br />

estaba cerrada y no <strong>de</strong>jaba ver nada, ya que las cortinas<br />

interiores habían sido corridas.<br />

Sin <strong>de</strong>sanimarse, Aldo pasó al balcón central, más ancho y<br />

ornamental, que quedaba justo frente a los árboles <strong>de</strong>l parque, y<br />

contuvo una exclamación <strong>de</strong> satisfacción: la doble puerta<br />

acristalada no estaba cerrada y a través <strong>de</strong> ella se filtraba un<br />

poco <strong>de</strong> luz. El corazón <strong>de</strong>l visitante comenzó a latir más<br />

<strong>de</strong>prisa; con un poco <strong>de</strong> suerte, quizá podría acercarse a la<br />

enferma y hablar con ella. Llevando mucho cuidado para no<br />

mover la hoja <strong>de</strong> la puerta, miró a través <strong>de</strong> la abertura.<br />

Lo que vio lo sumió en el estupor. Con excepción <strong>de</strong><br />

Wanda, que dormía en un diván, en la habitación tapizada <strong>de</strong><br />

brocado azul no había nadie, la encantadora cama coronada <strong>de</strong><br />

ramilletes <strong>de</strong> plumas blancas estaba vacía. ¿Dón<strong>de</strong> estaba<br />

Anielka?<br />

Aldo estaba pensando en cometer la locura <strong>de</strong> entrar para<br />

preguntárselo a la oronda mujer dormida, cuando la puerta se<br />

abrió lentamente y apareció Ferrals. Mirando a Wanda con<br />

indiferencia, fue a sentarse, con aspecto abrumado, en un sillón.<br />

Aunque la luz <strong>de</strong> la lamparilla era pobre, Morosini distinguió<br />

su semblante <strong>de</strong>scompuesto sobre la seda oscura <strong>de</strong> la bata: a<br />

todas luces, sir Eric tenía gran<strong>de</strong>s preocupaciones. Incluso<br />

parecía haber llorado…, pero ¿por qué?<br />

La tentación <strong>de</strong> intentar que aquel hombre le contara el<br />

motivo <strong>de</strong> su abatimiento fue gran<strong>de</strong>, pero prefirió retirarse sin<br />

hacer ruido y reunirse con su cómplice, que lo esperaba en el<br />

bor<strong>de</strong> <strong>de</strong>l tejado. Agra<strong>de</strong>ció que esta refrenara su curiosidad<br />

hasta que hubieron llegado a territorio amigo, pero, una vez en<br />

la terraza, la pregunta, aunque formulada en voz baja, no se<br />

hizo esperar:<br />

—Bueno, ¿qué? ¿La ha visto?<br />

—No. La cama está vacía.<br />

—¿No hay nadie?<br />

—He visto a la doncella dormida en un diván. Luego, sir<br />

Eric ha entrado y se ha sentado, seguramente para hacer creer a<br />

los sirvientes que iba a hacer una visita a la enferma.<br />

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