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Descargar - Alcaldia Municipal de San Miguel

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Juliette Benzoni<br />

—Tranquilícese. Aunque quisiera, no podría. En este<br />

momento viaja hacia Venecia, metido <strong>de</strong>ntro <strong>de</strong>l forro <strong>de</strong>l<br />

sombrero <strong>de</strong> mi secretaria. Y he avisado a Zurich.<br />

—¡Por fin una buena noticia! Sin embargo, ¿no va a<br />

exponerse <strong>de</strong>masiado entregando… la otra piedra? Si esos<br />

individuos son entendidos en la materia…<br />

—De todas formas, el riesgo existe, y yo me limitaré a<br />

entregar lo que Ferrals me haya dado. Sin embargo, por si me<br />

sucediera algo <strong>de</strong>sagradable, escribiré una carta dirigida a Mina<br />

a fin <strong>de</strong> que se ponga a su disposición para finalizar este asunto<br />

<strong>de</strong> la mejor manera posible.<br />

—Déjelo más bien en manos <strong>de</strong> nuestra anfitriona. Mientras<br />

no sepa qué le ha ocurrido a Romuald, seguiré buscando a los<br />

que lo han atacado. Por no hablar <strong>de</strong> la aventura que va a correr<br />

usted y que no me augura nada bueno.<br />

Un rato más tar<strong>de</strong>, retirada en sus aposentos, la señora<br />

Sommières escuchaba a Marie-Angéline leerle unas páginas <strong>de</strong><br />

La cartuja <strong>de</strong> Parma. Preocupada, escuchaba distraídamente. La<br />

aventura en la que Aldo estaba metido y que al principio la<br />

había divertido, empezaba a inquietarla.<br />

«Al oír estas palabras, la duquesa se <strong>de</strong>shizo en lágrimas;<br />

por fin podía llorar. Tras conce<strong>de</strong>r una hora a la <strong>de</strong>bilidad<br />

humana, vio con cierto consuelo que sus i<strong>de</strong>as comenzaban a<br />

aclararse. Tener la alfombra mágica —se dijo—, sacar a Fabrice<br />

<strong>de</strong> la ciuda<strong>de</strong>la…»<br />

—Déjelo, Plan-Crépin —dijo, suspirando, la anciana—. Esta<br />

noche, el embrujo <strong>de</strong> Stendhal no consigue gran cosa contra mis<br />

preocupaciones, aunque comparto las <strong>de</strong> la duquesa<br />

<strong>San</strong>severina…<br />

—¿Acaso nos atormentamos por nuestro sobrino?<br />

—¿No está justificado? Si al menos supiera qué hacer…<br />

—Sé <strong>de</strong> sobra que los ejercicios espirituales no son plato <strong>de</strong><br />

vuestro gusto, pero quizá sería el momento <strong>de</strong> rezar un poco.<br />

—¿Usted cree? ¡Hace tanto tiempo que no me he dirigido al<br />

Señor! Va a darme con la puerta en las narices.<br />

—Deberíamos intentarlo con Nuestra Señora. Entre mujeres<br />

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