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Descargar - Alcaldia Municipal de San Miguel

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La Estrella Azul<br />

—Ah, bueno, si es eso, entonces tráeme calomelanos.<br />

Admirando el espíritu práctico <strong>de</strong> su cocinera, Morosini<br />

salió <strong>de</strong>l palacio por una puerta trasera y, a pie, llegó<br />

rápidamente al Campo <strong>San</strong>ta Margherita, don<strong>de</strong> Franco<br />

Guardini tenía su establecimiento. Era su amigo más antiguo.<br />

Habían hecho juntos la primera comunión, <strong>de</strong>spués <strong>de</strong> haber<br />

leído al alimón, balbuceando, los gran<strong>de</strong>s principios <strong>de</strong> la<br />

Iglesia en los bancos don<strong>de</strong> impartían la catequesis.<br />

Hijo <strong>de</strong> un médico <strong>de</strong> Venecia muy reputado, Guardini<br />

<strong>de</strong>bería haber seguido los pasos <strong>de</strong> su padre en lugar <strong>de</strong> hacerse<br />

ten<strong>de</strong>ro, como aquél, indignado y un tanto <strong>de</strong>spreciativo, le<br />

había espetado un día en la cara. Sin embargo, Franco, amante<br />

<strong>de</strong> la química y la botánica, mientras que los cuerpos <strong>de</strong> sus<br />

semejantes le inspiraban una repugnancia a duras penas<br />

disimulada, no había cedido ni siquiera cuando el profesor<br />

Guardini, cual un ángel exterminador barbudo, lo había echado<br />

<strong>de</strong> casa tras un altercado bastante fuerte. Y gracias a la princesa<br />

Isabelle, que apreciaba a aquel muchacho serio y reflexivo,<br />

Franco había podido proseguir sus estudios hasta que la muerte<br />

<strong>de</strong> su irascible padre le permitió entrar en posesión <strong>de</strong> una<br />

amplia fortuna. Devolvió entonces hasta la última lira, pero el<br />

agra<strong>de</strong>cimiento que sentía hacia su benefactora rayaba en la<br />

veneración.<br />

Recibió a Morosini con la lenta sonrisa que, en su caso,<br />

indicaba una inmensa alegría, le estrechó la mano, le dio unas<br />

palmadas en el hombro, se interesó por su salud y, acto<br />

seguido, como si lo hubiera visto el día antes, le preguntó qué<br />

podía hacer por él.<br />

—¿La i<strong>de</strong>a <strong>de</strong> que pueda tener ganas <strong>de</strong> verte ni siquiera te<br />

pasa por la mente? —repuso Aldo, riendo—. De todas formas,<br />

si quieres que hablemos, vamos a tu <strong>de</strong>spacho.<br />

Con un a<strong>de</strong>mán <strong>de</strong> la cabeza, el farmacéutico invitó a su<br />

amigo a acompañarlo y abrió una puerta practicada en el<br />

artesonado antiguo <strong>de</strong> su establecimiento. Apareció una<br />

estancia reducida a la mitad por las estanterías que cubrían sus<br />

pare<strong>de</strong>s. En el centro, un pequeño escritorio flanqueado por dos<br />

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