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Descargar - Alcaldia Municipal de San Miguel

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Juliette Benzoni<br />

saborear el último puro <strong>de</strong> la velada escuchando cómo<br />

<strong>de</strong>sgranaba sus notas frescas la fuente <strong>de</strong>l cortile. Quizá todavía<br />

flotaba entre las pare<strong>de</strong>s revestidas <strong>de</strong> roble y <strong>de</strong> libros antiguos<br />

el suave olor <strong>de</strong> los espléndidos habanos.<br />

Al igual que el portego, la estancia <strong>de</strong>dicada a los libros<br />

proclamaba la vocación marítima <strong>de</strong> los Morosini. Albergaba<br />

un auténtico tesoro en mapas antiguos entre los que, a<strong>de</strong>más<br />

<strong>de</strong>l atlas catalán <strong>de</strong>l judío Cresques, había portulanos<br />

incompletos pero aun así impresionantes, trazados por or<strong>de</strong>n<br />

<strong>de</strong>l príncipe Enrique el Navegante en la sorpren<strong>de</strong>nte Villa do<br />

Infante, en Sagres, junto al cabo <strong>de</strong> <strong>San</strong> Vicente, que era a la vez<br />

palacio, convento, arsenal, biblioteca e incluso universidad.<br />

Figuraba también el famoso mapa <strong>de</strong>l veneciano Andrea<br />

Blanco, trazado antes incluso <strong>de</strong> que Cristóbal Colón hubiera<br />

soltado las amarras <strong>de</strong> sus carabelas, don<strong>de</strong> ya aparecía una<br />

parte <strong>de</strong> las Antillas y un fragmento <strong>de</strong> Florida. Por no hablar<br />

<strong>de</strong> algunos <strong>de</strong> esos portulanos genoveses, bizantinos,<br />

mallorquines y venecianos que sus propietarios, en caso <strong>de</strong> ser<br />

apresados, preferían arrojar al mar a fin <strong>de</strong> que no cayeran en<br />

manos <strong>de</strong>l enemigo.<br />

Armarios pintados, con puertas macizas, protegían libros<br />

<strong>de</strong> a bordo y tratados <strong>de</strong> navegación antiguos. En una vitrina<br />

había también astrolabios, esferas armilares y uno <strong>de</strong> los<br />

primeros compases. Un soberbio mapamundi sobre estructura<br />

<strong>de</strong> bronce, colocado <strong>de</strong>lante <strong>de</strong> la ventana central, recibía la luz<br />

<strong>de</strong>l sol, y sobre las estanterías reposaban otras esferas tan<br />

magníficas como inútiles. Y catalejos, sextantes, brújulas y un<br />

sorpren<strong>de</strong>nte pez <strong>de</strong> hierro imantado que, según <strong>de</strong>cían, los<br />

vikingos utilizaban para atravesar los mares que ignoraban que<br />

eran el océano Atlántico. El mundo, su historia y las aventuras<br />

humanas más fascinantes reposaban allí, entre los estantes<br />

cargados <strong>de</strong> libros con encua<strong>de</strong>rnaciones preciosas, cuyas<br />

abigarradas pieles y cuyos «hierros» dorados brillaban. Allí, el<br />

perfume <strong>de</strong>l pasado se mezclaba con el <strong>de</strong> los puros fumados.<br />

Con el <strong>de</strong>do índice, Morosini levantó la tapa <strong>de</strong> la gran caja<br />

<strong>de</strong> caoba don<strong>de</strong> antes se guardaban los largos habanos, con su<br />

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