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Descargar - Alcaldia Municipal de San Miguel

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Juliette Benzoni<br />

consistente en que las lágrimas no consiguen afearla.<br />

Finalmente, exhaló un profundo suspiro.<br />

—Debe pensar que estoy loca —dijo.<br />

—No. Pienso que es una persona muy <strong>de</strong>sdichada. ¿Es el<br />

recuerdo <strong>de</strong> aquel chico lo que sigue obsesionándola?<br />

—Por supuesto… Si usted supiera que no va a ver nunca<br />

más a la mujer que ama, ¿no estaría <strong>de</strong>sesperado?<br />

—Tal vez porque viví hace algún tiempo algo parecido,<br />

puedo <strong>de</strong>cirle que uno no se muere <strong>de</strong> eso. Ni siquiera en<br />

tiempos <strong>de</strong> guerra.<br />

—Usted es un hombre y yo soy una mujer, y eso hace que<br />

las cosas sean muy distintas. Estoy convencida <strong>de</strong> que Ladislas<br />

no siente ningún <strong>de</strong>seo <strong>de</strong> quitarse la vida. Él tiene su «causa».<br />

—¿Y cuál es esa causa? ¿El nihilismo, el bolchevismo?<br />

—Algo así. Yo no entiendo <strong>de</strong> esas cosas. Sé que <strong>de</strong>testa a<br />

los nobles y a los ricos, que quiere la igualdad para todos…<br />

—Y que esa clase <strong>de</strong> vida a usted no la atrae. Por eso se ha<br />

negado a ir con él, ¿no?<br />

Los gran<strong>de</strong>s ojos dorados observaron a Morosini con una<br />

admiración temerosa.<br />

—¿Cómo lo sabe? En Wilanow hablábamos en polaco.<br />

—Sí, pero sus gestos eran muy expresivos, y tiene toda la<br />

razón: usted no está hecha para llevar una vida <strong>de</strong> topo<br />

sediento <strong>de</strong> sangre.<br />

—¡No entien<strong>de</strong> nada! —exclamó ella, recuperando su<br />

anterior agresividad—. Compartir su pobreza no me daba<br />

miedo. Cuando se ama, se <strong>de</strong>be po<strong>de</strong>r ser feliz en una<br />

buhardilla. Si no he aceptado es porque me he dado cuenta <strong>de</strong><br />

que, yendo a vivir con él, lo pondría en peligro… Por favor,<br />

<strong>de</strong>me más coñac. Tengo… tengo mucho frío.<br />

Aldo se apresuró a servirle un poco más; luego <strong>de</strong>scolgó su<br />

pelliza <strong>de</strong>l perchero y se la puso sobre los hombros.<br />

—¿Se encuentra mejor? —preguntó.<br />

Ella le dio las gracias con una sonrisa un poco trémula, tan<br />

fresca, frágil, tímida y <strong>de</strong>liciosa que acabó <strong>de</strong> <strong>de</strong>rretir a<br />

Morosini.<br />

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