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Descargar - Alcaldia Municipal de San Miguel

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La Estrella Azul<br />

mujeres bonitas.<br />

El tono <strong>de</strong> voz <strong>de</strong> aquel hombre era soberbio y le recordaba<br />

el <strong>de</strong> Simon Aronov; <strong>de</strong>sprendía el mismo calor aterciopelado,<br />

la misma magia, y sin duda era el mayor encanto <strong>de</strong> ese curioso<br />

personaje. Asimismo, la mano que le tendía —y que Morosini<br />

estrechó sin vacilar— era firme, y la mirada, directa. El visitante<br />

sonrió también, aunque unos vagos celos le hicieron notar una<br />

punzada en el corazón: quizá querer a Ferrals resultaba más<br />

fácil <strong>de</strong> lo que había supuesto.<br />

—Las circunstancias <strong>de</strong> aquel encuentro me obligan a<br />

presentar mis disculpas al prometido <strong>de</strong> la señorita Solmanska<br />

—dijo—, aunque no tengo conciencia <strong>de</strong> haber incurrido en<br />

falta. Resulta que viajamos juntos en el Nord-Express e incluso<br />

compartimos una cena. Yo <strong>de</strong>seaba simplemente saludarla,<br />

charlar un momento, pero parece que mi visión en el parque la<br />

asustó y no quiso reconocerme, hasta el punto <strong>de</strong> que llegué a<br />

preguntarme si un increíble parecido me había inducido a error.<br />

—Un parecido imposible. Mi prometida, en mi opinión, es<br />

única y no se la pue<strong>de</strong> comparar con ninguna mujer —dijo sir<br />

Eric con orgullo—. Pero, por favor, tome asiento y dígame a qué<br />

<strong>de</strong>bo el placer <strong>de</strong> su visita.<br />

Aldo se sentó en una <strong>de</strong> las dos sillas antiguas <strong>de</strong>dicando<br />

una atención especial a la raya <strong>de</strong> sus pantalones, lo que le dio<br />

unos segundos más para pensar.<br />

—Perdone que continúe hablando sobre la joven con<strong>de</strong>sa —<br />

dijo con una lentitud calculada—. Cuando llegamos a París el<br />

otro día, me quedé <strong>de</strong>slumbrado por su esplendor, pero sobre<br />

todo por el <strong>de</strong>l colgante que llevaba en el cuello, una joya<br />

preciosa que llevo casi cinco años buscando.<br />

Bajo las pobladas cejas <strong>de</strong> Ferrals apareció un <strong>de</strong>stello, pero<br />

el hombre siguió sonriendo.<br />

—Reconozca que lo lleva <strong>de</strong> maravilla —dijo en un tono<br />

suave que irritó a Morosini, asaltado <strong>de</strong> pronto por la impresión<br />

<strong>de</strong> que el otro estaba burlándose <strong>de</strong> él.<br />

—Mi madre también lo llevaba <strong>de</strong> maravilla… antes, por<br />

supuesto, <strong>de</strong> que la asesinaran para robárselo —dijo con una<br />

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