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Descargar - Alcaldia Municipal de San Miguel

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La Estrella Azul<br />

ocurrió.<br />

La napolitana se quedó inmóvil <strong>de</strong>lante <strong>de</strong> uno <strong>de</strong> los<br />

aparadores don<strong>de</strong> estaba guardando diversos objetos. Su<br />

espalda se tensó como si la hubiera alcanzado un proyectil.<br />

Luego, la mujer exhaló un largo suspiro.<br />

—¿Qué quieres que te diga? —dijo sin volverse.<br />

—Pues todo, porque no sé nada. En tu carta no eras muy<br />

explícita.<br />

—Escribir nunca ha sido mi fuerte, pero no quería que te<br />

enteraras <strong>de</strong> esa <strong>de</strong>sgracia por otros. Me parecía que a través <strong>de</strong><br />

mí te haría sufrir menos. A<strong>de</strong>más, Zaccaria estaba <strong>de</strong>masiado<br />

afectado para garabatear tres palabras seguidas. Pese a las<br />

apariencias, es un hombre muy sensible.<br />

Aldo se levantó, se acercó a ella y la ro<strong>de</strong>ó por los hombros<br />

con afecto, emocionado al notar el temblor producido por la<br />

tristeza que la embargaba.<br />

—Estabas en lo cierto, Celina. Nadie me conoce mejor que<br />

tú, pero ahora ven a sentarte y cuéntame. Todavía no consigo<br />

creérmelo.<br />

Le acercó una silla y ella se sentó sacando un pañuelo para<br />

secarse los ojos. Luego se sonó y finalmente suspiró.<br />

—No hay gran cosa que contar. ¡Todo fue tan rápido! Esa<br />

tar<strong>de</strong>, tu prima Adriana vino a tomar el té, y <strong>de</strong> repente, la<br />

princesa se encontró mal. No le dolía nada, pero estaba muy<br />

cansada. La señora Adriana insistió en que se acostara y la<br />

acompañó a su habitación. Cuando bajó al cabo <strong>de</strong> un rato, dijo<br />

que Su Alteza no cenaría, pero que <strong>de</strong>bería prepararle una tila.<br />

»Subí en cuanto la infusión estuvo preparada, pero tu pobre<br />

madre no quiso tomársela. Incluso dijo, un poco enfadada, que<br />

la señora Adriana era una cabezota y que se empeñaba en que<br />

tomara algo cuando ella no tenía ganas. Yo contesté que mi tila<br />

endulzada con miel la relajaría y que, en cualquier caso, no le<br />

veía buena cara, pero me di cuenta <strong>de</strong> que la molestaba; quería<br />

que la <strong>de</strong>jaran dormir, Así que <strong>de</strong>jé la taza en la mesilla <strong>de</strong><br />

noche, salí <strong>de</strong>spués <strong>de</strong> <strong>de</strong>searle que pasara una buena noche y<br />

le aconsejé a Livia que no la molestara. Pero a la mañana<br />

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