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Descargar - Alcaldia Municipal de San Miguel

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La Estrella Azul<br />

Actuando así, tía Amélie le daba a enten<strong>de</strong>r que lo apoyaba en<br />

toda circunstancia y que podía hacer en su casa lo que se le<br />

antojara.<br />

Un rato más tar<strong>de</strong>, <strong>de</strong>spués <strong>de</strong> haber cambiado su elegante<br />

traje por un jersey <strong>de</strong> marinero <strong>de</strong> lana negra y sus finos<br />

zapatos por otros más sólidos con suela <strong>de</strong> goma, salió al jardín<br />

sin ningún puro pero llevando en el bolsillo una pitillera llena<br />

<strong>de</strong> cigarrillos. Sólo Dios sabía cuánto tiempo iba a durar la<br />

guardia que se disponía a montar.<br />

El jardín estaba tranquilo, pero en la casa contigua la<br />

recepción <strong>de</strong>bía <strong>de</strong> estar en su apogeo. Debido a la humedad <strong>de</strong><br />

la noche, las gran<strong>de</strong>s cristaleras sólo estaban entreabiertas, lo<br />

que permitía pasar los sonidos sublimes <strong>de</strong> un piano que<br />

exhalaba la furia <strong>de</strong>sesperada <strong>de</strong> una polonesa <strong>de</strong> Chopin,<br />

ejecutada por unas manos que <strong>de</strong>bían <strong>de</strong> ser las <strong>de</strong> un gran<br />

intérprete. «Parece que hay concierto —pensó Morosini—.<br />

¿Cómo es que Plan-Crépin no lo ha dicho?» Decidió ir á ver<br />

más <strong>de</strong> cerca.<br />

Una simple verja recubierta <strong>de</strong> macizos separaba los<br />

parterres <strong>de</strong> las dos propieda<strong>de</strong>s. Armándose <strong>de</strong> valor, Aldo<br />

penetró entre los rodo<strong>de</strong>ndros para acce<strong>de</strong>r al muro en el que<br />

estaba incrustada la verja. Al cabo <strong>de</strong> unos instantes aterrizó al<br />

otro lado, don<strong>de</strong> reinaban alheñas, aucubas y hortensias, un<br />

verda<strong>de</strong>ro muro vegetal que unía el parterre a la construcción y<br />

a los amplios escalones que ro<strong>de</strong>aban toda la casa, cuyas luces<br />

interiores iluminaban a través <strong>de</strong> las ventanas el jardín.<br />

Pese a la incomodidad, Aldo <strong>de</strong>cidió avanzar entre los<br />

árboles. Estaba llegando a su meta cuando una especie <strong>de</strong><br />

aerolito cayó <strong>de</strong>l cielo junto a él, con un crujido <strong>de</strong> ramas, y no<br />

le golpeó la espalda por poco. Un aerolito <strong>de</strong> una especie rara,<br />

pues dijo «¡Ay!» antes <strong>de</strong> <strong>de</strong>sgranar en voz baja un rosario <strong>de</strong><br />

maldiciones.<br />

—¡Un ladrón! —dijo Aldo, agarrando al personaje para<br />

levantarlo y dispuesto a tumbarlo <strong>de</strong> nuevo con un hábil<br />

directo si se mostraba agresivo, sin pensar que su situación era<br />

tan <strong>de</strong>licada como la <strong>de</strong>l recién llegado, el cual empezaba a<br />

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