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Descargar - Alcaldia Municipal de San Miguel

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Juliette Benzoni<br />

marcharse <strong>de</strong> la mansión familiar <strong>de</strong> Saint-Germain y <strong>de</strong>jarla a<br />

disposición exclusiva <strong>de</strong> su hijo para instalarse en esta, que<br />

había heredado, era por el parque Monceau, cuya exuberante<br />

vegetación se extendía bajo las ventanas traseras, más allá <strong>de</strong>l<br />

pequeño jardín privado, así como por el retorcido placer <strong>de</strong><br />

contrariar a su nuera y <strong>de</strong> fastidiar a la familia en general.<br />

La donante <strong>de</strong> ese palacio neogótico, casada en el ocaso <strong>de</strong><br />

la vida con uno <strong>de</strong> sus tíos, muy conocido en la jarana parisina,<br />

había sido una <strong>de</strong> esas «tigresas» cuyas alcobas perfumadas<br />

frecuentaban asiduamente los aristócratas franceses, belgas e<br />

ingleses, y los gran<strong>de</strong>s duques rusos. Dotada <strong>de</strong> una belleza<br />

capaz <strong>de</strong> con<strong>de</strong>nar a todo un monasterio <strong>de</strong> trapenses, Anna<br />

Deschamps había arruinado a más <strong>de</strong> un caballero y, antes <strong>de</strong><br />

convertirse en la esposa <strong>de</strong> Gaston <strong>de</strong> Faucherolles, había<br />

amasado una significativa fortuna que le había permitido<br />

mimar en sus últimos días a un marido arruinado y<br />

<strong>de</strong>spreciado por los suyos.<br />

Naturalmente, el matrimonio no tuvo hijos. Pero la antigua<br />

cortesana conoció un día, por pura casualidad, a la pequeña<br />

Amélie y se encaprichó <strong>de</strong> ella, y cuando hizo testamento la<br />

nombró su here<strong>de</strong>ra universal. Si Amélie hubiera sido menor,<br />

seguramente los Faucherolles habrían rechazado con altivez la<br />

sospechosa donación —aunque nadie pue<strong>de</strong> asegurarlo—, pero<br />

ya estaba casada y su esposo veía el hecho con mirada divertida<br />

y mucho más benigna. Por consejo suyo, la señora Sommières<br />

aceptó el testamento, repartió el dinero entre obras <strong>de</strong> caridad y<br />

misas por el <strong>de</strong>scanso <strong>de</strong>l alma <strong>de</strong> la difunta pecadora y se<br />

quedó la casa, <strong>de</strong>cisión por la que nunca <strong>de</strong>jó <strong>de</strong> felicitarse.<br />

Mientras los entarimados recubiertos <strong>de</strong> alfombras crujían<br />

bajo sus pies, Morosini oyó salir una voz furiosa <strong>de</strong> la jaula <strong>de</strong><br />

cristal <strong>de</strong>corada con pinturas japonesas —cañas, recolección <strong>de</strong><br />

té, mujeres en kimono— que cerraba la noble hilera <strong>de</strong><br />

estancias. Una voz acompañada, a modo <strong>de</strong> contrapunto, <strong>de</strong><br />

enérgicos golpes <strong>de</strong> bastón en el suelo.<br />

—¿Qué es ese escándalo? ¿Por qué no paran <strong>de</strong> pelearse?<br />

¡Quiero saber qué pasa! ¡Y ahora mismo! ¡Plan-Crépin, Cyprien,<br />

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