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Lecturas Tercera Agosto 2012 - Insumisos

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justicia. La situación generó denuncias mutuas, se acusó al gobierno de ser el responsable de instigar las<br />

invasiones y hasta sectores de la derecha vincularon el Protocolo de Montevideo con el conflicto por la<br />

tierra. Ese instrumento legal, conocido también como Ushuaia II, fue suscrito por los presidentes del<br />

Mercado Común del Sur y países asociados en la cumbre del bloque sudamericano del pasado 20 de<br />

diciembre y reafirma el compromiso con la democracia.<br />

Para Hugo Ruíz, ex asesor de Asuntos Internacionales de la Presidencia, vincular el Protocolo de Montevideo<br />

con el conflicto por la tierra por parte de sectores de la derecha paraguaya es irracional y “esta fuera de<br />

toda realidad”. Subrayó que al pretender la mínima relación entre la lucha por la tierra contra el latifundio y<br />

el documento “estamos entrando en terreno de irracionalidad”, porque “no hay ninguna justificación ni<br />

ningún parámetro posible de comparación”.<br />

El gobernador del departamento de San Pedro José Ledesma desmintió que las mediciones realizadas en la<br />

zona por personal militar de la Dirección del Servicio Geográfico obedezcan a “un plan del oficialismo”. Son<br />

las organizaciones de lucha por la tierra las que exigen hoy día al Ejecutivo para promover la mensura,<br />

aseguró.<br />

El titular de la Sicom subrayó que los ataques personalizados contra el Presidente por las acciones<br />

emprendidas en la zona de Ñacunday desvían el debate de fondo relacionado con la recuperación de tierras<br />

del Estado mal adjudicadas. “La gente de Ñacunday hace 12 años que están ahí”, y existen documentos en<br />

mano de los reclamantes de que los colonos (brasileños y paraguayos) estarían usufructuando en forma<br />

irregular las fincas, por lo cual se requiere la mesura judicial, apuntó.<br />

El dirigente campesino Belarmino Balbuena señaló que la mesura judicial impulsada por el gobierno no sólo<br />

favorecería al sector campesino, sino también a los dueños ya que podrían conocer las dimensiones de sus<br />

terrenos y si son auténticos los documentos. Sin embargo, reconoció que tal medida disgustó a sectores<br />

interesados en continuar sosteniendo esas tierras mal adjudicadas.<br />

En varias oportunidades la Conferencia Episcopal Paraguaya expresó que era imperativa la elaboración de<br />

un catastro nacional “que posibilitará la recuperación de las tierras mal habidas y mal adjudicadas, y la<br />

adecuada titulación de las propiedades”. Además, enfatizó que “es necesario y urgente que los poderes<br />

públicos asuman su responsabilidad en ordenar el caos existente sobre la tenencia y la propiedad de la tierra<br />

en el país”.<br />

La investigadora Mirta Barreto escribió que sólo en el gobierno del presidente Lugo ella escuchó hablar de<br />

acciones dirigidas a intentar una reforma agraria. Sin embargo, la posición irreductible de quienes controlan<br />

la tierra y la siempre solícita ayuda de muchos fiscales y jueces evitaron avanzar en las medidas para aliviar<br />

la real situación vivida en el campo paraguayo.<br />

Ñacunday, un caso paradigmático<br />

Los sucesos de Curuguaty, una población del este paraguayo, estremecieron al país por su gravedad y<br />

repercusiones. Un total de seis agentes policíacos y 11 campesinos murieron en un enfrentamiento durante<br />

el desalojo de familias rurales que ocupaban algunas parcelas de un latifundio de miles de hectáreas en<br />

manos de un antiguo senador de la República y militante del derechista Partido Colorado.<br />

El sangriento hecho fue aprovechado por los opositores al gobierno de Fernando Lugo, electo presidente de<br />

la República en 2008, para arremeter contra el mandatario, acusarlo de responsabilidad en las muertes,<br />

desatar una crisis política de grandes proporciones y usar la mayoría congresional para destituirlo de su<br />

cargo, mediante un expedito juicio político que causó la ruptura de la institucionalidad democrática.<br />

Como la motivación, en realidad, era de orden político, los autores de esa acción, muchos de ellos acusados<br />

por las organizaciones sociales y campesinas de contubernio con los barones de la tierra, y otros defensores<br />

de sus propios latifundios, no tuvieron en cuenta los esfuerzos sin resultados del gobierno por realizar el<br />

intento de una modesta reforma agraria.<br />

Poco después, el nuevo gobierno enfrentó otro incidente de alta magnitud con la pérdida de la paciencia por<br />

más de cinco mil familias campesinas que, durante más de un año, viven en carpas al costado de otro<br />

enorme latifundio de casi 35 mil hectáreas en el área de Ñacunday, en poder de un brasileño nacionalizado<br />

paraguayo.<br />

Los campesinos, conmocionados incluso por la muerte de tres de sus niños por las terribles condiciones de<br />

vida allí existentes, amenazaron con ocupar parte de las tierras del “brasiguayo”, como se les llama aquí a<br />

los de esa doble nacionalidad, y recibieron la amenaza por parte del Ministerio del Interior de actuar con<br />

toda rudeza si se atrevían a ello.

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