Lecturas Tercera Agosto 2012 - Insumisos
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En el caso de México, los cables abarcaban dos décadas, desde fines de los 80 a la primavera de 2010, pero<br />
la mayor parte correspondía a los últimos dos años. Estos documentos abrían una ventana al cerrado mundo<br />
de las relaciones diplomáticas entre Calderón y Barack Obama, precisamente en un momento en que la<br />
seguridad del país estaba siendo dramáticamente puesta en jaque por la escalada de violencia de la guerra<br />
contra las drogas. Hacia junio de 2011, La Jornada había ya publicado más de 100 reportajes y artículos de<br />
investigación basados en esos cables, entre ellos los siguientes: “Hillary Clinton ordena evaluar los efectos<br />
del stress sobre la capacidad de Calderón para manejar el país” (Febrero 21, 2011); “EE.UU insistió en retirar<br />
a los militares de la lucha contra las drogas; los cables revelan que la embajada presionó para que la Policía<br />
Federal fuera puesta al frente de la acción” (Marzo 15, 2011); “‘El ejército está cómodo dejando que los<br />
carteles se peleen entre sí’: Cónsul McGrath en Ciudad Juárez” (Marzo 16, 2011); “El escándalo de Rápido y<br />
Furioso: Washington echa la culpa a México” (Marzo 28, 2011); “Peña Nieto ‘difícilmente parece cortado por<br />
una nueva tijera; no se distingue del viejo PRI’” (Mayo 23, 2011); y “México ofreció a EE.UU libre acceso a su<br />
servicio de inteligencia” (Mayo 25, 2011).<br />
En la primavera de 2011, cuando nuestro equipo estaba bien internado en las profundidades de la<br />
información, colegas, amigos y críticos se preguntaban si WikiLeaks estaba revelando algo que los mexicanos<br />
no supieran ya. Después de todo, el intervencionismo y las presiones de Estados Unidos en nuestros asuntos<br />
internos son una constante histórica, parte de nuestra cultura política.<br />
Sin duda alguna, las miles de páginas de WikiLeaks contenían toneladas de chismes, detalles triviales y<br />
meras insinuaciones. Pero había algo más, como la evaluación que los analistas políticos de la embajada (los<br />
“poloffs”) hacían del entonces gobernador del Estado de México y actual presidente electo Enrique Peña<br />
Nieto. Estos analistas veían a Peña Nieto como un protegido del ex mandatario Carlos Salinas de Gortari.<br />
Uno de los cables, titulado “Una mirada al Estado de México, estilo Villa Potemkin”, dice: “El PRI (Partido<br />
Revolucionario Institucional) presenta a Peña Nieto como la encarnación de un partido más joven, más<br />
fresco y moderno, adaptado a las nuevas realidades políticas de un México democrático. Sin embargo, el<br />
gobernador no parece estar cortado por una nueva tijera.” De hecho, la embajada lo acusaba de proteger a<br />
un ex gobernador que enfrentaba cargos por corrupción. “Surgido del viejo molde político del PRI del Estado<br />
de México”, concluía el cable, “Peña Nieto no es conocido por su apego a la transparencia cuando se trata<br />
de defender a amigos y aliados.”<br />
Los cables revelaron también que a pesar de la campaña de odio desatada por la derecha Mexicana contra<br />
el candidato progresista Andrés Manuel López Obrador –quien fuera robado de la presidencia por Calderón<br />
en 2006 y que ahora está cuestionando su derrota del Primero de Julio ante Peña Nieto—la embajada no<br />
consideraba su potencial triunfo como un desastre. “Apoclypse Not”, ironizaba el título de un cable. Otro,<br />
enviado antes del 2 de Julio de 2006 por el entonces embajador Anthony Garza, recomendaba que los<br />
Estados Unidos abrazara al ganador “temprano y a menudo … sobre todo si el ganador resulta ser López<br />
Obrador”.<br />
Los cables arrojan también considerable luz sobre las deliberaciones internas del gobierno mexicano,<br />
particularmente en relación con la guerra contra las drogas. En un despacho a Washington del 28 de octubre<br />
de 2009 clasificado como “Secreto”, el encargado de negocios John Feeley señalaba que el secretario de<br />
Defensa de México había “planteado recientemente la posibilidad de que se declarara un estado de<br />
excepción en ciertas áreas del país para dotar de mayor fundamento legal a una futura intervención de las<br />
fuerzas armadas en la lucha anti-narcóticos”.<br />
La embajada se oponía a esa propuesta. “Nuestro análisis sugiere que los beneficios de invocar un estado de<br />
excepción son, en el mejor de los casos, inciertos, mientras que los costos políticos de esta medida son<br />
altos.” Resultó ser que Calderón militarizó la lucha contra los carteles, pero jamás decretó un estado de<br />
excepción<br />
Sin duda alguna, el nivel de influencia e involucramiento de Estados Unidos en la lucha anti-narcóticos y en<br />
las políticas de seguridad interna de México fue la revelación más importante de los cables. Otro informe<br />
enviado por Feeley a comienzos de 2010 revela que el gobierno de Calderón había formado un comité