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Lecturas Tercera Agosto 2012 - Insumisos

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isla de Bali perdió 8 por ciento de su población, equivalente a 100 mil personas. Qué decir de las dictaduras<br />

en América Latina, Chile, Argentina, Uruguay, Paraguay, etcétera.<br />

Sin embargo, la izquierda ha fagocitado a sus miembros, disparándose en el pie. Tres ejemplos. España<br />

durante la guerra civil, el asesinato de Andreu Nin, dirigente del PAUM, a manos del Partido Comunista. La<br />

Unión Soviética de Stalin, el asesinato de León Trotski en México, por citar uno, amén de los millones de<br />

muertos anónimos, y en América Latina, el ajusticiamiento del poeta salvadoreño Roque Dalton, perpetrado<br />

por su organización. Ellos fueron acusados de agentes del imperialismo y sus cabezas cobraron precio.<br />

Quienes cumplieron la misión lo hicieron en nombre de la revolución. Y no les tembló la mano. Ramón<br />

Mercader le atizó con un piolé a Trotski y Roque Dalton recibió un tiro en la nuca de su compañero y amigo<br />

Joaquín Villalobos, más tarde comandante del FMLN, hoy asesor de la derecha estadunidense. Pero los<br />

caídos en desgracia y considerados contrarrevolucionarios llenarían tomos y tomos. Y si vemos la historia<br />

reciente, baste señalar Camboya. Para los disidentes esta manera de actuar de las izquierdas demuestra la<br />

perversión del comunismo. Y para la derecha política y social constata la superioridad del liberalismo frente<br />

al totalitarismo marxista.<br />

Lo anterior supone, para cualquier militante de izquierda de hoy, un lastre. En ocasiones es una verdadera<br />

losa para proponer una alternativa socialista y anticapitalista. Hay que estar continuamente reinventándose.<br />

Nuevos lenguajes, nuevas formas de actuar y, desde luego, de pensar. Cada vez que uno se proclama<br />

socialista o comunista, llueven los improperios y las descalificaciones. Se nos tilda de anticuados, obsoletos,<br />

fracasados, antisistema y, si la cosa se pone fea, el calificativo de terrorista siempre es un comodín.<br />

Constituyen restos execrables y prescindibles adscritos a la historia negra del comunismo mundial. Mejor<br />

que se disuelvan, se hagan el harakiri y se transformen en acólitos de la globalización trasnacional. Eso sí,<br />

antes deben hacer un gesto público de abdicación y entonar el mea culpa. Tal como ocurría en los tiempos<br />

oscuros de la inquisición, el hereje, antes de morir achicharrado en la hoguera, debía confesar su pecado. No<br />

salvaría la vida, pero a los ojos de la Iglesia y Dios, limpiaba su alma. Incluso un arrepentimiento a tiempo<br />

transformaba al inquisidor en un benevolente juez, capaz de sustituir la hoguera por una muerte veloz, el<br />

garrote vil o la horca. Pero cabía otra opción, dejarse caer en las manos de la verdad revelada. La inquisición<br />

los transformaba en espías, delatores. Algunos fueron premiados por la celeridad en sus actos. Torquemada,<br />

por ejemplo. En la arena política los conversos son muchos. En América Latina no faltan casos, Jorge<br />

Castañeda sin ir más lejos. Divulgadores de la nueva fe se dejaron la dignidad por el camino y la ética la<br />

arrojaron al retrete. La derecha se ha nutrido de semejantes especímenes para convertirlos en profetas del<br />

neoliberalismo.<br />

Tal vez llegó la hora de refundar la izquierda. Sumar y no restar. Pero este proceso supone gran altura de<br />

miras. No se trata de crear un partido único o reconstruir una vanguardia excluyente. La marcha del<br />

capitalismo lleva al colapso planetario. No es ciencia ficción. En todos los ámbitos de la vida, política, social,<br />

económica, cultural, ecológica, alimentaria y, desde luego, ética, el capitalismo opta por una deriva<br />

irreversible. Los órdenes complejos han perdido la capacidad de reproducir su organización con resultado de<br />

muerte a mediano plazo. Hoy día, rehacer los espacios medioambientales deteriorados y contaminados no<br />

es viable. Sin una izquierda fuerte, posicionada y con capacidad de respuesta, el neoliberalismo terminará<br />

con un triunfo pírrico. Un planeta donde la vida no tendría posibilidades de prosperar. Esta es la<br />

responsabilidad de la izquierda, evitar la catástrofe. Impedir la muerte de millones de seres humanos y<br />

especies, aunque sólo sea por espíritu de sobrevivencia. Son horas vitales. El tiempo apremia. Hay que<br />

separar el polvo de la paja. Limpiar la izquierda de aquello que nunca formó parte de su tradición teórica,<br />

política y ética. No caer en falsos debates cuyo propósito paraliza el advenimiento de una fuerza capaz de<br />

enfrentar al neoliberalismo, con posibilidades reales de éxito.<br />

LOS DESAFÍOS DE LA CONDICIÓN POSTHUMANA<br />

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