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Lecturas Tercera Agosto 2012 - Insumisos

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Eso decía Mujica tan solo ayer en un conflicto socio-ambiental, en tesitura muy ajena a la ineludible y<br />

humana necesidad de conservar ecosistemas que participan del frágil equilibrio de lo vivo –con nosotros<br />

incluidos-; de ahí su vital importancia para nuestra sustentabilidad. En Rocha, animado por su mirada<br />

antropocéntrica instrumental y en pos del crecimiento y el progreso, el presidente uruguayo tomaba partido<br />

por lo “social” en desmedro de lo “ambiental” (y sé que la tensión entre ambos dominios es la más difícil y<br />

dramática del actual cambio de época, al final volveremos sobre ella). No ignoro, además, que en Río+20<br />

Mujica insinuó lo colosal de este desafío. Solo he traído a la mano tan humanas y complejas contradicciones<br />

como una excusa para situar algunas complejidades propias del debate mayor que hoy nos ocupa como<br />

humanidad.<br />

Tal vez consciente del recuerdo de Rocha, y en una suerte de subtexto, al inicio de su discurso en Río+20<br />

Mujica dijo algo más o menos así: discúlpenme, tal vez no es el lugar, pero quiero afirmar que la crisis actual<br />

no es ecológica, sino que política. Es curioso que él planteara el tema antinómicamente, cuando hace rato<br />

sabemos que la enorme evidencia de la actual crisis ecológica precisamente es resultado de nuestra<br />

incapacidad para hacer otro manejo político –en el amplio sentido de la palabra- de los asuntos de las Polis,<br />

ya sean locales, nacionales, regionales y planetarios. Más allá de su lúcido alegato cuestionando la<br />

“autonomía” de esa especie de metabolismo que es la máquina económica-mundo, quiero analizar la<br />

mirada tradicional que subyace tras su antinómica argumentación.<br />

Mujica nos introduce en su aserto (ese de lo político en vez de lo ecológico) poniendo el foco en que el<br />

modo de vida de europeos y estadounidenses serían los principales responsables de la actual crisis. Su foco<br />

no es trivial. Y al escucharlo es difícil soslayar el eco de otras frases por el estilo tantas veces dichas en foros<br />

internacionales: por favor dejen desarrollarnos, nuestro problema es la pobreza, transfieran bienestar<br />

material, etcétera. Sé que Mujica no dijo en Río literalmente cosas así, pues a estas alturas serían<br />

impresentables ante la inminencia de un eventual ecocidio de la civilización moderna ya globalizada. Pero lo<br />

que dijo meses antes en Rocha sí que evocaba cosas así.<br />

El punto es que hoy por hoy muchos conflictos socio-ambientales en América Latina son entre movimientos<br />

ciudadanos y/o étnicos versus gobiernos que la literatura especializada ha llamado una izquierda neodesarrollista.<br />

Esta última, en cada uno de nuestros países promueve un neo-extractivismo con toda su<br />

secuela de destrucción ecológica. Eso ocurre en Brasil, Ecuador, Perú, Uruguay, Venezuela, incluso en<br />

Bolivia, mientras los gobiernos de centro y centro derecha hacen el negocio depredador y egoísta que<br />

siempre han hecho. Todos nuestros gobiernos, matices más o menos, solícitos invitan a empresas privadas o<br />

estatales de aquí, de allá y acullá, o bien realizan aparatosas estatizaciones (que no es lo mismo que bienes<br />

comunes para la sustentabilidad) con el fin de explotar indiscriminadamente los ecosistemas. La destrucción<br />

del Amazonas es lo más dramático, pero ni con mucho única.<br />

Y todo eso se hace en nombre del progreso, del crecimiento y de la necesidad de consumo entre nuestros<br />

pueblos. También, bajo el mismo lema, se continúan construyendo a destajo centrales a carbón, como si el<br />

planetariamente destructivo cambio climático no estuviera ocurriendo, o contaminando las aguas terrestres<br />

y los océanos, destruyendo especies terrestres y marinas, erosionando y deforestando, y así un largo<br />

etcétera.<br />

Si bien es inequívoco que en el norte todavía los más consumen mucho, mientras en el sur el consumo es<br />

muy menor, hoy resulta absurdo responsabilizar solo al modo de vida del norte de la crisis ecológica. Tal<br />

como se vio en Río 1992 y más aún en Río+20, la percepción de la urgencia de la crisis ecológica y la<br />

necesidad de su superación es transversal entre los pueblos, gobiernos y empresarios de todo el mundo. Así<br />

como la responsabilidad por la inacción y la depredación es compartida por gobiernos, por avaros y por<br />

políticos, que actúan como adalides del consumismo y el progreso, amén de conductas de la gente,<br />

transversales a todo el mundo.<br />

Sin duda, las sociedades opulentas deben bajar drásticamente sus patrones de consumo. En el mismo norte<br />

hay muchos y serios movimientos ciudadanos que así lo promueven. Al respecto, una cita del periodista

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