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Lecturas Tercera Agosto 2012 - Insumisos

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especiales en el refugio de Ben Laden. La imagen, con la expresión horrorizada de la secretaria de Estado,<br />

Hillary Clinton, y que dio la vuelta al mundo, es fiel reflejo de todo ello.<br />

Pero el operativo que terminó con la vida de Ben Laden marcó, también, el comienzo de una etapa en la que<br />

Obama mostró mucho más sobre hasta dónde está decidido a llegar en su combate al terrorismo, sobre las<br />

formas que está dispuesto a emplear para ello y sobre los desafíos éticos que ello implica para un presidente<br />

que llegó al poder cuestionando los "métodos" de su predecesor y con la promesa de que, con su batuta, la<br />

lucha contra el terrorismo se realizaría sólo bajo el estricto "respeto de los valores morales" de la sociedad<br />

norteamericana.<br />

Para abundar en aquella sorpresa de los días de mayo, en los meses que siguieron, Obama se mostró como<br />

un hombre capaz de ordenar mortíferos ataques con armas no convencionales contra quienes, a su<br />

entender, atentan contra la seguridad de Estados Unidos. Desde los drones -los aviones no tripulados- que,<br />

con su carga de bombas, envía a Yemen, Somalía, Afganistán o Paquistán, hasta los sofisticados ataques con<br />

virus informáticos que ordenó en Irán, donde inutilizó instalaciones nucleares mediante una hábil<br />

combinación de tecnología y ahorro de riesgo para vidas norteamericanas.<br />

En medio, se sabe que es Obama en persona quien, periódicamente, elige a qué blanco atacar y,<br />

eventualmente, matar. "La lista de la muerte", es el nombre con el que se conoce la carpeta con biografías<br />

de terroristas sobre la que, en última instancia y tras un largo proceso de selección, el presidente bajará el<br />

pulgar. Hace poco, eso incluyó, por primera vez, a un ciudadano norteamericano: Anwar al-Awlaki, un<br />

integrista musulmán asesinado en septiembre con un operativo que incluyó el disparo de proyectiles desde<br />

aviones no tripulados que incursionaron en Yemen.<br />

Algo muy lejos del pacifista que pintaban los republicanos en sus primeros ataques contra el presidente que<br />

prometía cerrar la -todavía abierta- cárcel de Guantánamo, terminar con la tortura y acabar con la<br />

"vergonzosa" política de encerrar prisioneros sin proceso. Lo que no llegó a explicitar, sin embargo, fue que<br />

su política sería la de no hacer prisioneros entre los terroristas -para lo que tendría que arriesgar vidas<br />

norteamericanas en geografías hostiles- sino optar por enviarle el ataque de sus drones a control remoto.<br />

"El propósito de todas estas acciones es el de mitigar la amenaza contra la vida de ciudadanos<br />

norteamericanos", dijo en un reciente reportaje el principal asesor de Obama en materia de antiterrorismo,<br />

John Brennan. "Se trata de la opción última, el recurso final. Ni al presidente ni a mí nos gusta la idea de<br />

matar gente, de modo que nos aseguramos de que el proceso de decisión sea riguroso y que incluya la<br />

existencia de una amenaza inminente", dijo.<br />

Muerte a control remoto<br />

No es que el tema los desvele ni les provoque insomnio. Pero, a la luz de todo esto, muchos<br />

norteamericanos empiezan a preguntarse si en realidad su país está en guerra y no lo saben. Lejos de la<br />

altisonante "guerra al terror" de Bush y de la movilización de efectivos, una mucho más silenciosa y<br />

perceptible, basada en ataques revestidos de tal tecnología que se vuelven difíciles de internalizar para el<br />

ciudadano común. Para algunos, son la muerte y el daño por control remoto. Una forma de ataque que no<br />

necesariamente determina, pero sí que parece facilitar uno de los fenómenos de nuestro tiempo: la guerra<br />

invisible y lejana.<br />

"Estamos en guerra pero no se la ve", apuntala Mary Dudziak, autora de War Time , uno de los varios libros<br />

que han aparecido recientemente para describir el fenómeno. Académica de la Universidad de Southern<br />

California, describe precisamente el choque guerrero de estos días como "un conflicto lejano, no<br />

convencional, librado de modo distinto del que culturalmente se dio durante siglos, con enormes pelotones<br />

y máquinas de guerra partiendo al campo de batalla". Pero lo más llamativo de su síntesis es que la guerra,<br />

visible o invisible, de alta o de baja intensidad, es permanente. Siempre está. "Culturalmente se nos ha<br />

hecho creer que, a un tiempo de guerra, sigue uno de paz. Pero esto no necesariamente es así", asegura.

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