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revista número 16 - ARTE, ARQUEOLOGÍA e HISTORIA

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“Dicen los egipcios que quienes imperan en el mundo<br />

subterráneo son Deméter y Dionisios. También fueron<br />

los egipcios los primeros en enunciar esa doctrina de<br />

que el alma del hombre es inmortal y que, a la muerte<br />

del cuerpo, penetra cada vez en otro ser cuando nace.<br />

Una vez que ha transcurrido todos los seres terrestres,<br />

marinos y alados, vuelve a entrar en el cuerpo de un<br />

hombre cuando nace. Cumple este ciclo por tres mil años.<br />

Hay algunos griegos, unos antes, otros después, que<br />

siguieron esta teoría, como si fuera suya propia, cuyos<br />

nombres yo no escribo, aunque los conozco.”<br />

Dionisios (Museos Capitolinos de Roma)<br />

que en su existencia terrena no han tenido una existencia<br />

piadosa. El Papiro Derveni (T 1<strong>16</strong>) nos recuerda que<br />

muchos hombres, vencidos por el error y el placer, ni<br />

siquiera creen en los terrores que han de aguardar en el<br />

Hades a las almas impuras. Diodoro, por su parte, nos ha<br />

transmitido que “los castigos de los impíos en el Hades<br />

y las praderas de los bienaventurados y las escenas<br />

representadas por tantos autores, los introdujo Orfeo a<br />

imitación de los ritos funerarios egipcios.”<br />

Algunos de esos castigos consistirían en chapotear<br />

en el barro infernal o tener que realizar trabajos de<br />

resultado estéril, como transportar agua en un cedazo<br />

a una vasija agujereada, de modo que el esfuerzo,<br />

carente de sentido, nunca conseguirá llenarla. Dionisios,<br />

divinidad esencial de los órficos, y Perséfone, deidad del<br />

Hades, eran quienes podían ordenar que cesaran esos<br />

castigos, de modo que las almas volverían a encarnarse<br />

nuevamente en la materia, teniendo una nueva posibilidad<br />

de superar su estado de impureza. Esta creencia ya fue<br />

recogida por autores antiguos como Píndaro (T 80):<br />

“Las almas de aquellos a quienes acepta<br />

la compensación por su antiguo pesar,<br />

las devuelve Perséfone al noveno año al<br />

sol de arriba;<br />

de ellas rebrotan nobles reyes,<br />

varones impetuosos por su fuerza y<br />

excelsos por su sabiduría.<br />

Y hasta el final de los tiempos son<br />

llamados<br />

por los hombres héroes inmaculados.”<br />

En Heródoto (Historias, 2, 123 – T 56) encontramos<br />

nuevamente noticias que confirman la idea de que habría<br />

sido Egipto la fuente en donde habrían encontrado<br />

inspiración para sus creencias sobre el más allá los<br />

místicos del Orfismo. En el texto que vamos a reproducir<br />

vemos incluso que Isis y Osiris han sido asimilados con<br />

Deméter y Dionisios:<br />

Los estudiosos del mundo egipcio, mayoritariamente,<br />

sostienen que no es cierto que este pueblo creyera<br />

en la reencarnación. En sus textos funerarios no se<br />

encuentran referencias expresas a esa posible creencia.<br />

Algo tuvo, sin embargo, que haber, ya que Heródoto<br />

está considerado generalmente como una fuente bien<br />

informada y es conocido que recorrió Egipto y estableció<br />

estrecha relación con sus sacerdotes. Ante la creencia<br />

de los egipcios de que el cuerpo del difunto debía ser<br />

conservado a través del proceso de momificación es<br />

lícito pensar que quizás ello fuera necesario para que<br />

el alma (que los egipcios llamaban ba) no pudiera<br />

encarnarse nuevamente, ya que si el propio cuerpo físico<br />

se mantenía intacto durante toda la eternidad, el alma<br />

podría alcanzar el reino celeste de Re con la ventaja de<br />

que, a su deseo, podría retornar en cualquier momento<br />

a su propio cuerpo.<br />

Verdad y mentira<br />

En el trasfondo de las creencias órficas sobre la<br />

reencarnación se encuentra la idea de que a la existencia<br />

terrena, a lo que llamamos vida, le sigue inexorablemente<br />

la muerte, pero lo cierto es que para estos místicos<br />

precisamente tras la muerte es cuanto el alma tiene<br />

la posibilidad de alcanzar la vida verdadera. La gran<br />

enseñanza de las creencias órfico-dionisíacas sería que<br />

la muerte es solamente un tránsito entre dos vidas, de<br />

un lado la vida terrena, material, de otro la vida plena, en<br />

el más allá, en donde el alma consigue asimilarse a la<br />

divinidad. Una inscripción conservada en una lámina de<br />

hueso de Olbia, población situada en el Mar Negro, que<br />

era una colonia de los griegos de Mileto, nos confirma<br />

esas creencias (T 51); dice así:<br />

“Vida – muerte – vida / verdad / Dionisios , órficos”<br />

El texto, que se ha fechado en un momento antiguo<br />

(siglo V a.C.), nos sugiere que la vida corpórea no es<br />

sino una vida de mentira, engañosa. La vida verdadera<br />

es la del alma, una vez que gracias a las enseñanzas<br />

órficas y a la bondad de Dionisios consigue su liberación<br />

de la materia y arriba al estado feliz que todo iniciado<br />

en los misterios confía poder alcanzar. Reviste especial<br />

interés en este texto, tan breve como sugerente, que<br />

Arte, Arqueología e Historia<br />

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