revista número 16 - ARTE, ARQUEOLOGÃA e HISTORIA
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“Tiene este oficio no sé qué de tahurería<br />
semejante a la del juego donde unos, picados de<br />
lo que pierden, y otros, cebados de lo que ganan,<br />
no hay hombre que se harte en comenzando”<br />
El oficio de predicador también requería una serie<br />
de obligaciones entre las que puedo destacar 7 :<br />
- Predicar con la pertinente licencia (no estando en<br />
pecado mortal).<br />
- No mentir en el sermón sobre verdades de la<br />
fe, buenas costumbres, historia de los santos,<br />
milagros, profecías u otros temas.<br />
- No criticar a los eclesiásticos para agradar a los<br />
legos.<br />
La afluencia de oyentes a los sermones era muy<br />
desigual, a veces escasa, siendo la mayoría mujeres 8 .<br />
Debido al escaso éxito inicial los predicadores recurrieron<br />
a las indulgencias y a la teatralidad para llevar a cabo sus<br />
sermones, incurriendo en dos vicios destacables tales<br />
como la exagerada incidencia en el castigo del infierno<br />
y el ahínco en las transgresiones del sexto mandamiento<br />
(obsesión sexual perpetua del estamento eclesiástico).<br />
Esto demuestra cómo la oratoria sagrada de su tiempo<br />
no puede ser aislada de una sociedad en la que el púlpito<br />
y el teatro eran auténticos creadores y transmisores de<br />
estados de opinión.<br />
“En la oratoria como en el teatro, lo que nos<br />
queda son cenizas, literatura al fin muerta, que<br />
fue viva solo con el aliento de la palabra hablada,<br />
el garbo, los gestos y ademanes del orador” 9<br />
Usando como telón de fondo el interior de las<br />
iglesias, el predicador no hablaba sino que representaba.<br />
A mediados del siglo XVII el jesuita Valentín de Céspedes<br />
consideraba que:<br />
“La representación es una de las más relevantes<br />
prendas del púlpito”.<br />
No faltan ejemplos al respecto que demuestran el<br />
despliegue de una serie de recursos efectistas como<br />
el uso de elementos vocales, exhibición de imágenes<br />
piadosas, reliquias, calaveras, uso de música de iglesia<br />
(que proporcionaría un efecto aun más dramático)…<br />
con el único fin de conmover y provocar una emotiva y<br />
ferviente devoción entre los asistentes. Para captar la<br />
benevolencia, la simpatía y la adhesión incondicional<br />
del público, el orador tenía que adaptarse y recurrir a<br />
los medios más adecuados. Dámaso Alonso la definió<br />
como “hecho social apasionante”:<br />
“Quien tenga paciencia podrá juntar una<br />
considerable soneteada satírica contra<br />
predicadores del siglo XVII dispersa por esos<br />
manuscritos de Dios” 10<br />
Arte, Arqueología e Historia<br />
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Esto indica cómo las representaciones plásticas<br />
fueron, sin duda, esenciales en la oratoria sagrada<br />
de la época. Algunos historiadores la definieron como<br />
“predicación de aparato”. El “corral” de los predicadores<br />
del Barroco era la iglesia y su “atrezo” el retablo y las<br />
imágenes que ocupaban el presbiterio. 11<br />
Sin embargo, no todos los predicadores estaban de<br />
acuerdo con el opulento exorno que se creaba en torno al<br />
mundo de los sermones ya que algunos apostaron más<br />
por la austeridad que por el artificio. En 1589, el padre<br />
jesuita Juan Bonifacio se pronunció al respecto:<br />
“Es vergonzoso que un predicador ande<br />
buscando florecillas y ponga en eso todo su<br />
cuidado. La verdadera elocuencia no necesita<br />
postizos ni coloretes…No es la voz suave del<br />
predicador ni su lenguaje florido lo que cautiva<br />
al auditorio, sino la grandeza y hermosura<br />
de las cosas que dice”. 12<br />
Sin embargo, la realidad era bien distinta, pues la<br />
mayoría de personas acudían a escuchar los sermones<br />
como puro divertimento. El predicador debía presentar su<br />
discurso con un aparato erudito inteligible para la mayoría.<br />
El sermón se construía como prueba argumental del<br />
asunto escogido preñado de ejemplos bíblicos, textos de<br />
los padres de la iglesia y decretos teológicos. Al mismo<br />
tiempo son constantes las expresiones sentenciosas<br />
y emotivas. Éste seguía las directrices de la más pura<br />
retórica aristotélica al uso. Iniciaba con un proemio o<br />
exordio con el que preparaban al auditorio, seguido de la<br />
declaración de impotencia (el tema que iba a comentar ya<br />
había sido tratado con anterioridad por otras autoridades).<br />
La segunda parte del discurso la configura la “narratio”<br />
donde se desarrolla el cuerpo del sermón.<br />
Hay que tener claro que el propósito final no era<br />
convencer a los fieles oyentes sino mover voluntades y<br />
generar fervor en sus almas 13 . A pesar de tantos esfuerzos<br />
por parte de los predicadores, Fray Diego de Vega se<br />
lamentaba en <strong>16</strong>08 en uno de sus sermones diciendo<br />
lo siguiente:<br />
“Ahora lloran los de las iglesias por ver creer<br />
pocos los que con devoción cristiana acuden<br />
a los sermones. Que si se corren toros, si se<br />
juegan cañas, se representa una comedia, desde<br />
el caballero hasta el pobre oficial”.<br />
La predicación se vio fortalecida con la tipografía<br />
religiosa como herramienta de difusión (quizás no la más<br />
efectiva por su limitado alcance) 14 . En el siglo XVIII un<br />
72% de los libros impresos en Córdoba eran religiosos,<br />
un 61,19% en Sevilla, un 88, 52% en Cádiz, un 74,48% en<br />
Granada y un 62,24% en Málaga, aproximadamente. 15