revista número 16 - ARTE, ARQUEOLOGÃA e HISTORIA
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La culminación del proceso de iniciación en los<br />
misterios órficos suponía según hemos venido estudiando<br />
que el alma del difunto fuera capaz de alcanzar el estado<br />
de bienaventurado propio de todos aquellos que han<br />
llevado en su existencia terrena una vida piadosa, siendo<br />
además conscientes, gracias a las enseñanzas secretas<br />
recibidas, de que en el espíritu del hombre se encierra<br />
un componente inmortal que se distingue por participar<br />
de la propia naturaleza de la divinidad.<br />
El iniciado, gracias a los misterios, comprendía<br />
cual era la verdadera naturaleza de su alma y tomaba<br />
conciencia de que durante su viaje por el más allá tenía<br />
que esforzarse por mantener su memoria, recordando<br />
la constante necesidad de mantenerse firme y rechazar<br />
las diversas tentaciones que habrían de acecharle.<br />
La buena voluntad que manifestaban los vigilantes<br />
del más allá acerca de los difuntos que habían tenido una<br />
existencia piadosa y que se habían purificado gracias a<br />
la iniciación, debía permitir que, finalmente, los mystai,<br />
asimilados a los bakchoi, pudieran arribar a la sagrada y<br />
frecuentada vía que conduce a las celestiales mansiones<br />
de los glorificados.<br />
Sócrates y la muerte<br />
Platón, que había nacido en 427 a.C. y que había<br />
vivido ocho años como discípulo de Sócrates, nos ha<br />
transmitido en su obra Fedón las enseñanzas del maestro,<br />
que está a punto de morir, acerca de la inmortalidad<br />
del alma, lo que permite que nos brinde interesantes<br />
noticias acerca de la teoría de la reencarnación así como<br />
sobre las moradas que aguardan al alma después de<br />
la muerte.<br />
En un primer momento (Fedón, XXI) Sócrates nos<br />
dice que a pesar de que el vulgo piensa que con la<br />
muerte el alma se disipa y llega al fin de su existencia, lo<br />
cierto es que el alma ya existía antes de estar bajo una<br />
concreta forma humana y también existirá después de la<br />
muerte. Solo los ignorantes pueden pensar que cuando<br />
muere el cuerpo el espíritu lo abandona y los vientos se<br />
lo llevan y lo disipan.<br />
El alma, que es inmortal, se sirve durante la vida<br />
del hombre de su cuerpo, la materia, (XXVII) para<br />
poder entrar en contacto con las cosas a través de los<br />
sentidos. El alma siente atracción por las cosas de la<br />
naturaleza y es a través del cuerpo como consigue entrar<br />
en relación con ellas. De algún modo, nos dice Sócrates<br />
en el diálogo platónico, el alma siente la tentación de lo<br />
inestable y se siente atraída por las cosas materiales, lo<br />
que produce en ella sensación de confusión y vértigo,<br />
como si estuviera ebria. De todos modos, precisará el<br />
maestro, cuando el alma entra en esa relación con la<br />
materia siente la tendencia de dirigirse hacia las cosas<br />
más puras, eternas, inmortales e inmutables. Ese estado<br />
del alma que se encamina a las “cosas puras” es lo que<br />
Sócrates denominará pensamiento.<br />
El destino del alma<br />
En las creencias socráticas, tal como las expone<br />
Platón, el elemento material del hombre, su cuerpo, se<br />
asemeja a las cosas igualmente materiales, que son<br />
mutables y cambiantes, en suma, a las cosas que son<br />
mortales, en tanto que el alma guarda estrecha relación<br />
con todo aquello que es inmutable, inmortal e indisoluble,<br />
es decir, con lo eterno y lo divino.<br />
Si el alma, cuando deja finalmente el cuerpo, tras<br />
la muerte, está purificada y no arrastra con ella nada<br />
corpóreo o material (XXIX) ya que durante su vida no<br />
tenía con el cuerpo ninguna comunicación voluntaria sino<br />
que por el contrario le huía y se recogía en si misma, por<br />
un ejercicio continuo, entonces, ejercitada en el ejercicio<br />
de la filosofía, estará plenamente preparada para lo que<br />
habrá de acontecer tras la muerte y cuando llegue ese<br />
momento sabrá encaminarse a lo que es semejante a ella,<br />
a lo invisible, a lo inmortal, a lo sabio. Y en ese destino el<br />
alma será feliz, ya que habrá quedado liberada del error<br />
y “como se dice de los iniciados, pasará verdaderamente<br />
con los dioses el resto de su existencia.”<br />
Sin embargo, sigue exponiendo Sócrates (XXX),<br />
si en ese momento de dejar el cuerpo el alma está<br />
manchada o es impura, es decir si tuvo una existencia<br />
terrena equivocada, pensando que lo único cierto es la<br />
materia, lo tangible, lo que se puede ver y tocar, entonces<br />
el alma estará impregnada totalmente de elementos<br />
agobiantes, terrestres y visibles, estará acostumbrada a<br />
los placeres, a los odios, a los temores y en ese caso “el<br />
alma estará entorpecida y arrastrada hacia atrás, hacia el<br />
mundo visible por el temor a lo invisible y, por lo tanto, al<br />
Hades. (El alma, así) frecuentará los monumentos y las<br />
tumbas, donde se han visto incluso tenebrosos fantasmas<br />
de almas, parecidos a los espectros de esas almas que<br />
no eran puras al dejar su cuerpo y a las que se puede<br />
ver, precisamente, porque participan de lo visible.”<br />
La reencarnación<br />
En ese segundo supuesto, cuando el alma está<br />
manchada y es impura, como castigo a su forma de vida<br />
apegada a la materia –sigue exponiendo el Fedón- las<br />
almas de los malos estarán forzadas a vagar errantes<br />
en los lugares de castigo del Hades y allí estarán hasta<br />
que su atracción por el elemento corporal las encadene<br />
de nuevo en otro cuerpo, a través de lo que conocemos<br />
como reencarnación.<br />
En ese proceso (XXXI) las almas se encarnarán en<br />
naturalezas que mantendrán una relación estrecha con la<br />
conducta que habían tenido en su vida corporal anterior,<br />
así los glotones o violentos se encarnarán en asnos; los<br />
tiranos y los injustos, en lobos o halcones…<br />
Arte, Arqueología e Historia<br />
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