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revista número 16 - ARTE, ARQUEOLOGÍA e HISTORIA

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Sostiene Sócrates que solamente las almas virtuosas<br />

que han alcanzado la virtud sin haber practicado la<br />

filosofía sino por el solo ejercicio de la costumbre serán<br />

las que podrán encarnarse en animales de tipo social,<br />

como las hormigas o los abejas, o incluso nuevamente<br />

en hombres. Estas almas serán las de aquellos que<br />

han practicado la virtud civil y social que llamamos<br />

temperancia y justicia, pero lo han conseguido por la<br />

costumbre y el ejercicio, sin el auxilio de la filosofía ni<br />

de la inteligencia.<br />

Solamente los hombres que han tenido una existencia<br />

terrena impregnada por el amor a la filosofía podrán gozar<br />

de cómo sus almas, tras la muerte, se unen a la raza de<br />

los dioses. Es decir, para Sócrates, solamente los filósofos<br />

son plenamente puros, asimilando las ideas de pureza de<br />

vida y amor a la filosofía, de modo que solo los amigos del<br />

saber podrán tras la muerte eludir la amenaza terrible de<br />

la reencarnación. Ese es el motivo de que el verdadero<br />

filósofo, que conoce todo lo que estamos exponiendo,<br />

tenga claro que debe abstenerse de las pasiones del<br />

cuerpo. El alma está encadenada al cuerpo de un modo<br />

cruel, ya que esa prisión está motivada por el deseo del<br />

alma de estar en contacto con las cosas, de modo que<br />

esa prisión no es sino consecuencia del deseo, siendo el<br />

mismo preso (el alma) el que contribuye a apretarse las<br />

ataduras en la medida en que cree erróneamente que le<br />

resulta benéfico estar en contacto con la materia.<br />

Gracias a la filosofía, las almas son animadas<br />

dulcemente a conseguir su propia liberación de la materia,<br />

evitando la agitación que producen los sentidos: el placer,<br />

el dolor, el temor, la pasión…, que son los clavos que<br />

sujetan el alma al cuerpo. El verdadero filósofo, evitando<br />

las pasiones, será el único capaz de contemplar lo<br />

verdadero, lo divino y lo inmutable.<br />

El orfismo y Platón<br />

Como conclusión de todo lo que venimos exponiendo<br />

pensamos que no parecen existir grandes diferencias<br />

entre las creencias órficas sobre el destino del alma<br />

tras la muerte y las ideas que en boca de Sócrates<br />

nos expuso Platón. La amenaza de la reencarnación<br />

está patente en ambas doctrinas, de modo que las<br />

diferencias esenciales consisten en que para los órficos,<br />

para evitar la reencarnación, resultaba necesario haber<br />

tenido una existencia piadosa, así como conocer y vivir las<br />

enseñanzas mistéricas, que al alma habría de ser capaz<br />

de recordar tras la muerte cuando hubiera de atravesar los<br />

mundos del más allá. Para Platón, sin embargo, lo esencial<br />

consistirá en que la vida esté impregnada por el amor a la<br />

filosofía, que hace que el hombre llegue a ser consciente<br />

de que debe evitar que su vida terrena esté dominada por<br />

las pasiones y por lo meramente material.<br />

En todo caso, tanto el verdadero filósofo como el<br />

perfecto iniciado en los misterios eran los únicos que tenían<br />

asegurado que tras la muerte su alma se pudiera elevar<br />

hacia la divinidad. El resto de los mortales, dominados en<br />

sus vidas por la materia, estaban condenados a “yacer<br />

en el fango”, sufriendo los castigos que se infligían a los<br />

impuros en el Hades para posteriormente tener que sufrir<br />

una nueva encarnación.<br />

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Arte, Arqueología e Historia<br />

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