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liberales-liberadas-2da

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139<br />

En cuanto al dictamen sobre la tutoría de los hijos<br />

en caso de divorcio, se propuso que el “cónyuge culpable”<br />

tuviera la posibilidad de observar la forma como el “cónyuge<br />

inocente” educaba a sus hijos. En donde se suscitó una<br />

amplia discusión fue en el punto referente al principio de<br />

selección en el matrimonio. Había un franco apoyo a que<br />

el hombre presentara un certificado médico que acreditara<br />

su buena salud antes del matrimonio, para que la mujer no<br />

cayera en manos de, por ejemplo, un sifilítico. Sin embargo,<br />

una de las congresistas señaló que el acuerdo sería deficiente<br />

si sólo se consideraba la selección desde el punto de vista<br />

del hombre: otros aspectos debían tomarse en cuenta: “Los<br />

jugadores y los briagos son peores que los sifilíticos porque<br />

arrastran a su familia al desastre”. 79 Entonces, si las mujeres<br />

estaban pugnando por ser iguales a los hombres, también<br />

padecían enfermedades y debían someterse a un examen al<br />

igual que los hombres.<br />

Las voces subieron de tono cuando algunas delegadas<br />

defendieron que la esposa era pura en el hogar y,<br />

por lo tanto, si enfermaba era culpa del hombre, mientras<br />

otras apoyaban la idea de que también la mujer presentara<br />

un certificado. Al no haber acuerdo entre ambas posiciones<br />

se concluyó que, finalmente, si las leyes no podían intervenir<br />

en los sentimientos de las parejas, siempre quedaba el<br />

remedio de la cuarentena, durante la cual los tratamientos<br />

médicos adecuados ayudarían a paliar los males. Hablar<br />

abiertamente sobre estos temas indicaba que el ala liberal<br />

consideraba la opción de intervenir en la selección de su<br />

pareja, y en la del divorcio en caso de contraer una enfermedad<br />

hereditaria, aunque aportaba como justificación<br />

principal a su descendencia.<br />

Toda esta discusión se debía a que desde finales<br />

del siglo xix, con las influencias extranjeras acerca de la degeneración<br />

en el desarrollo de las sociedades, y el auge del<br />

positivismo, se consideraba que las enfermedades mentales,<br />

por ejemplo, eran incurables y, por lo tanto, sólo podían<br />

controlarse por medio de normas preventivas; así, “las tendencias<br />

hacia la criminalidad y otros fenómenos relacionados<br />

con la marginalidad urbana (prostitución, alcoholismo y<br />

toxicomanías) fueron también vistos como efectos o causas<br />

de un proceso de degeneración con carácter hereditario”. 80<br />

“Es de estricta justicia que la mujer<br />

tenga el voto en las elecciones de<br />

las autoridades, porque si ella tiene<br />

obligaciones para con el grupo social,<br />

razonable es, que no carezca de<br />

derecho”, Hermila Galindo.<br />

De hecho, los gobiernos posrevolucionarios consideraron<br />

estas ideas posteriormente para poner en marcha un programa<br />

de eugenesia enfocado a controlar los males sociales de<br />

la época y, al hacer énfasis en las relaciones madre–hijo, la<br />

maternidad pasó a ser un asunto del Estado.<br />

El tema del sufragio también causó un revuelo<br />

formidable; las delegadas se dividieron y fijaron posturas<br />

encontradas. Las que estaban en contra del voto argumentaban<br />

que “todavía era temprano” para que la mujer votara,<br />

pues se necesitaban años, siglos, para estar preparadas.<br />

Una de las congresistas, Consuelo Andrade, replicaba que<br />

su rechazo al voto político se debía a que “nos amargaría<br />

79 Porfiria Ávila de Rosado, en La Voz de la Revolución, Mérida, 27/<br />

noviembre/1916, en Ibid., p. 144.<br />

80 Beatriz Urías Horcasitas, “Degeneracionismo e higiene mental en el<br />

México posrevolucionario (1929–1949)”, en Frenia, Revista de Historia de<br />

la psiquiatría, vol. IV, fascículo 2, España, 2004, p. 41.

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