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202<br />
Últimas batallas por el<br />
sufragio<br />
La piedra angular que sostenía al feminismo liberal fue la<br />
lucha por los derechos políticos. Se trataba de un proyecto<br />
organizado que, aunque abarcaba otros espacios como el<br />
educativo y el laboral, buscaba en el acceso al sufragio obtener<br />
la ciudadanía que el propio liberalismo había vedado<br />
a las mujeres y, a través del voto, incidir en el diseño de<br />
leyes y políticas públicas que les concernían directamente,<br />
tanto dentro de la familia, como en lo referente a su exclusión<br />
del espacio público.<br />
Como ya se señaló, las políticas económicas implementadas<br />
durante el periodo conocido como “desarrollo<br />
estabilizador”, insertaron a México en la modernidad. En<br />
este escenario, varios factores se aglutinaron para crear<br />
condiciones favorables a la concesión de los derechos políticos<br />
plenos para las mexicanas. En el ámbito internacional,<br />
con la Declaración de los Derechos Humanos emitida por<br />
la onu en 1948, los países inscritos a la organización se<br />
vieron compelidos a instrumentar políticas que coadyuvaran<br />
al cumplimiento de igualdad en derechos y libertades “sin<br />
distinción alguna de raza, color, sexo, idioma, religión,<br />
opinión política […]” 6 consignados en su artículo 2º, entre<br />
otros. Asimismo, para esas fechas, ya más de una decena<br />
de países latinoamericanos habían concedido el voto a las<br />
mujeres; por lo tanto, un país que se proyectaba hacia la<br />
modernidad, no podía excluir del goce de derechos políticos<br />
a la mitad de la población.<br />
6 Declaración de los Derechos Humanos, onu, 1948.<br />
En el marco nacional, la consolidación del sistema político<br />
mexicano, con un gobierno capacitado para intervenir en<br />
los procesos electorales, facilitaba la inclusión de las mexicanas<br />
como ciudadanas con todos los derechos. La lucha<br />
por el voto, en la cual las agrupaciones femeniles habían<br />
propuesto como estrategia el sufragio gradual –primero en<br />
los municipios, posteriormente a nivel federal–, fructificó en<br />
1947, cuando el presidente Miguel Alemán les otorgó el<br />
derecho al voto municipal; la aprobación descansaba en<br />
la idea de que con ello no se ponía en riesgo su función en<br />
el hogar. Este argumento estaba ligado al discurso posrevolucionario<br />
que, desde los años veinte, había politizado<br />
la maternidad y exaltado el papel de las mujeres dentro de<br />
la esfera doméstica, como la mejor manera de contribuir al<br />
desarrollo nacional.<br />
Las mujeres, a su vez, utilizaron este recurso en su<br />
favor para el reclamo de los derechos políticos, hecho que<br />
sumado a las condiciones de estabilidad, les brindó buenos<br />
resultados. Como señala la historiadora Enriqueta Tuñón,<br />
las sufragistas de la época de Alemán pugnaron por un<br />
feminismo liberal, no beligerante, que perseguía la igualdad<br />
social, política, económica y educativa en el ámbito<br />
legislativo, 7 y alegaron que la mujer virtuosa y abnegada<br />
aportaría una nueva moral a la política. En estos años se<br />
destacó como líder del movimiento sufragista Amalia de<br />
Castillo Ledón. Su actividad política la llevó a participar en<br />
diversos organismos internacionales –entre otros cargos, había<br />
fungido como presidenta de la Comisión Interamericana<br />
de Mujeres– que, de alguna forma, ejercían presión sobre<br />
los países que no habían otorgado igualdad de derechos a<br />
las mujeres, a la vez que afianzó su relación con el poder.<br />
Su discurso iba muy acorde con el oficial cuando afirmaba<br />
7 Enriqueta Tuñón, ¡Por fin… ya podemos elegir y ser electas! El sufragio<br />
femenino en México, 1935–1953, 1ª Ed., México: Instituto Nacional de<br />
Antropología e Historia, Plaza y Valdés, 2002, p. 160.