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liberales-liberadas-2da

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El sobrenombre de la prostituta,<br />

como mujer de la calle, define la representación<br />

cultural de su identidad (no importa si el escenario es<br />

la acera, la casa de citas o el burdel), y abreva del<br />

discurso moral que advierte a las mujeres sobre la<br />

ciudad como un lugar peligroso.<br />

Las mujeres que trafican públicamente con su cuerpo<br />

son bien conocidas; y las que juegan con cartas de<br />

la inspección de Policía, son precisamente las que<br />

escandalizan y alardean de impudor en la avenida<br />

Plateros. El rigor de las disposiciones recae únicamente<br />

sobre las mujeres vergonzantes, que no pueden andar en<br />

coche todo el día ni se exhiben en los palcos segundos<br />

del teatro […]. Muchas veces el pacífico transeúnte<br />

que sin tener trato ninguno con las damas alegres<br />

pasa por la calle, es insultado por ellas con un gesto<br />

obsceno o con una palabra de cuartel. No hay manera<br />

de evitarlas; llenan la calle, van y vienen […]. Las<br />

traviatas han convertido las calles en escaparates para<br />

exhibirse; las cantinas son sus estaciones y los carruajes<br />

de providencia parte de sus bienes muebles. Porque no<br />

hay señora que se atreva a alquilar un carruaje por temor<br />

de que la confundan con las damas de la noche que se<br />

pasean en ellos a toda hora [...] las de tercera categoría,<br />

porque están clasificadas en varias, se pasean de siete<br />

a nueve en las calles de Plateros, Empedradillo y Tacuba<br />

y durante los entreactos visitan el hotel situado en esta<br />

última calle para tormento del vecindario. 44<br />

44 “Esposas, grisetas y damas alegres”, “Las damas de la noche”, La<br />

Libertad, 1883, en Manuel Gutiérrez Nájera, Los Imprescindibles…, op.<br />

cit., pp. 32–35, 64.<br />

El sobrenombre de la prostituta define con suma<br />

claridad la representación cultural de su identidad (no importa<br />

si el escenario es en efecto la acera, la casa de citas<br />

o el burdel), y abreva del discurso moral que advierte a las<br />

mujeres sobre la ciudad como un lugar peligroso si van más<br />

allá de “los estrechos límites de su casa y su hogar para<br />

aventurarse en los espacios públicos”. 45 Asimismo, como<br />

un ámbito donde se trastocan las máximas del imaginario<br />

cultural asociado a lo femenino, entre las más importantes,<br />

la experiencia de la maternidad.<br />

La mayoría de las prostitutas, que con los productos<br />

del vicio han encontrado la manera de vivir con más<br />

desahogo que las otras, procuran adoptar como hijos,<br />

en lo privado, los de otras mujeres o los huérfanos<br />

que les presentan. Otras hay que antes de prostituirse<br />

tuvieron prole y continuaron viviendo con ella […] pero<br />

la mujer que mancha con sus labios impuros la casta y<br />

pura frente de seres inocentes, la que no se avergüenza<br />

de presentarse ante ellos con toda la deformidad de su<br />

impudicia, no puede ser madre, por más que lo diga. 46<br />

El ya mencionado acceso de las mujeres a la educación<br />

formal generó también nuevos patrones de convivencia<br />

entre los sexos en el espacio público, pues ya fuera<br />

gracias al aprendizaje de algún oficio técnico o habilidad<br />

manual (encuadernación, telegrafía, zapatería, estenografía,<br />

mecanoescritura, litografía, tejido de punto industrial,<br />

y diversas labores decorativas) o a su paulatino ingreso a<br />

las Escuelas de Medicina, Jurisprudencia y Odontología,<br />

45 Judith Walkowitz, La Ciudad de las pasiones terribles, Ediciones<br />

Cátedra/Universidad de Valencia/Instituto de la Mujer, 1992 (Colección<br />

Feminismos), p. 22.<br />

46 Manuel Gutiérrez Nájera, Los Imprescindibles…, op. cit., p. 64.

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