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El ideal femenino liberal:<br />
El Ángel del Hogar y el<br />
papel de la mujer como<br />
educadora del ciudadano<br />
moderno<br />
De naturaleza delicada, porque fuerte y robusta parece<br />
un tipo vulgar; de carácter humilde, dulce y débil, para<br />
que no impere en el hogar más voluntad que la del<br />
esposo, y sobre todo, que no sea sab[h]ionda, porque la<br />
ciencia vuelve a la mujer orgullosa y la descompone, lo<br />
que más importa es que sepa las labores propias de su<br />
sexo [...] Da gusto verla con la cabeza inclinada y los<br />
ojos bajos; cuando habla es para decirle a su marido:<br />
“Como tú quieras, lo que tú mandes”. Y qué sencilla en<br />
su conversación; sólo se le oye hablar de su canario, de<br />
su gatito y de sus flores. Pero sobre todo, qué manos<br />
tan primorosas, ¡esa criatura es una hada! Todo esto<br />
significa que la niña está flaca y pálida, porque está<br />
anémica por indolencia, o quién sabe si es indolente<br />
por anémica. Que aprueba todas las ideas de su marido<br />
porque no tiene ideas propias; que no hace su propia<br />
voluntad porque es incapaz de tenerla. Que habla del<br />
canario y del gato, porque si no fuera eso, no podría<br />
hablar de otra cosa. Y que en vez de desarrollar su<br />
inteligencia, le hicieron perder el tiempo miserablemente<br />
haciéndole aprender a pespuntar camisas; y que sabe<br />
hacer tejidos de crochet, randitas y deshilados [...]<br />
Cuántas veces el marido protesta amargamente contra<br />
la mujer, cuya educación la constituye en el mueble más<br />
inservible de la casa. 3<br />
El ya mencionado afán de convertir a México en un país<br />
moderno, permeó de manera importante muchos de los<br />
elementos ideológico–culturales que dictaban códigos de<br />
conducta y relación entre las diferentes clases sociales, y<br />
por supuesto entre hombres y mujeres. Para el caso de estas<br />
últimas, la definición de la conducta que les correspondía<br />
de acuerdo con su presunta naturaleza femenina fue una<br />
preocupación permanente de filósofos, educadores y políticos<br />
durante todo el siglo xix y su tránsito al xx.<br />
Una influencia crucial en dicha discusión fue la teoría<br />
positivista entonces en boga, en especial la desarrollada<br />
por el pensador francés Augusto Comte, quien afirmaba<br />
que emociones y sentimientos eran la vía de interiorización<br />
del pensamiento racional. En otras palabras, la capacidad<br />
afectiva de los seres humanos era considerada un elemento<br />
de cohesión entre los diversos y diferentes sectores e individuos<br />
de la sociedad. Tal como señala Comte en el siguiente<br />
fragmento de su Discurso preliminar sobre la ciencia del<br />
positivismo:<br />
3 “El tipo ideal de mujer a principios del siglo xix”, en La mujer en el<br />
hogar. Nociones de economía doméstica y deberes de la mujer, Imprenta<br />
de Eduardo Dublán, México, 1898, pp. 1–2.