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liberales-liberadas-2da

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40<br />

El reverso legal: conflictos y<br />

restricción<br />

La definición de mujer que predominó en la preceptiva moral<br />

ilustrada como sujeto sensible, no racional, y dependiente<br />

en todo sentido del hombre, no fue sólo una idea; significó,<br />

también, la reestructuración económica y legal de ámbitos<br />

fundamentales de la cotidianidad femenina.<br />

En consecuencia, por un lado se consolidó la política<br />

de incorporar a las mujeres de las clases más pobres<br />

en sectores productivos que “compatibles con su decoro y<br />

fuerza”, les habían estado prohibidos, como las manufacturas<br />

textiles (tejido, la fabricación de encaje, bordado), la<br />

pintura de abanicos, la repostería o la atención de tiendas<br />

y cajones. 46 Así por ejemplo, y a raíz de la queja que doña<br />

Josefa de Celis presentó ante el virrey don Miguel Joseph de<br />

Azanza en 1798, se publicó el histórico decreto que el 12<br />

de enero de 1799 eliminó las restricciones gremiales contra<br />

las mujeres y estableció que “con ningún pretexto se permitiese<br />

que por los Gremios ni otras cualesquier personas se<br />

impidiese la enseñanza a mujeres y niñas de todas aquellas<br />

labores que son propias de su sexo, ni que vendan por sí o<br />

de su cuenta libremente sus manufacturas”. 47<br />

Ahora bien, al igual que en el caso de la educación,<br />

esta apertura legal no significó el inicio de la actividad<br />

laboral de las mujeres; por el contrario, la gran mayoría de<br />

ellas, es decir, quienes no formaban parte de la élite social<br />

(no debe olvidarse que la diversidad étnica se nutrió de<br />

46 Nombre dado a las tiendas de cualquier tipo, a partir de la costumbre<br />

colonial de colocar en los mercados un cajón de madera donde se mostraban<br />

las mercancías.<br />

47 Silvia Arrom, op. cit., p. 44–45.<br />

las raíces prehispánicas, españolas y africanas), subsistían<br />

desde mucho tiempo atrás de diferentes maneras: como<br />

verduleras y guisanderas en el mercado o la vía pública,<br />

como criadas y cocineras en las casas particulares, o como<br />

parteras, curanderas, cuidadoras de niños, ejerciendo la<br />

prostitución o bien empleándose “en las fábricas de tabaco,<br />

que durante los últimos cincuenta años de la Colonia ocuparon<br />

el segundo renglón en la economía, después de la<br />

minas [ambas industrias] utilizaron un 43.3% de la fuerza<br />

de trabajo femenina, sobre todo en labores eventuales, a<br />

destajo y con mayor cuota de faena y menor salario”. 48 La<br />

siguiente descripción hace posible imaginar la imparable<br />

labor de las mujeres:<br />

Del cajón de ropa al puesto de chiles, del expendio de<br />

carne al mostrador de las aguas frescas, las criadas de<br />

las familias acomodadas y la mujeres modestas hacían<br />

sus compras en el mercado, platicaban con sus conocidas<br />

y comentaban diariamente las noticias y rumores.<br />

También eran mujeres casi todas las vendedoras de<br />

los tianguis, mujeres que administraban su pequeño<br />

comercio y sabían muy bien cómo pesar, medir y<br />

cobrar la mercancía, aunque nunca hubiesen ido a la<br />

escuela. Junto al artístico montoncito de duraznos<br />

o calabacitas, al lado del bebé que dormía envuelto<br />

en el rebozo y de los hermanitos que jugueteaban<br />

semidesnudos, algún gorrito a medio bordar [...] la<br />

aguja, el dedal y la imaginación femenina combinaba la<br />

tradición y la fantasía. 49<br />

48 Ma. del Pilar Iracheta Cenecorta, Educación Femenina: México El<br />

Colegio Mexiquense, 2009, pp. 47,48; Julia Tuñón, Mujeres en México.<br />

Recordando una historia, México: conaculta, 198, pp. 86, 87.<br />

49 Pilar Gonzalbo, La educación de la mujer en la Nueva España, op.<br />

cit., pp. 10–11.

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