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público y privado, confinándolas al último. Ello<br />
reforzará su papel social como madres y esposas<br />
subordinadas al poder patriarcal 5 y, a través de esta<br />
idea, cobrará impulso el estereotipo de lo femenino<br />
más representativo del liberalismo decimonónico:<br />
el ángel del hogar. Bajo esta concepción, las<br />
mujeres se asumen como guardianas de la moral,<br />
educadoras de futuros ciudadanos y responsables<br />
de las labores domésticas.<br />
Para el buen desempeño de estas tareas,<br />
tal como se señaló, se considerará necesario su<br />
acceso a una buena educación elemental. La<br />
historia ha consignado en general que los objetivos<br />
de la instrucción femenina estaban orientados hacia<br />
la consolidación del régimen liberal más que al<br />
desarrollo intelectual de las mujeres. Si bien ésa<br />
era la intención, exponemos cómo la misma servirá<br />
para impulsar su posicionamiento como sujetos con<br />
derechos, y cómo a través de este discurso, diversos<br />
grupos femeninos incursionan en actividades<br />
consideradas masculinas como la educación<br />
formal y el trabajo remunerado, prácticas que se<br />
incrementarán en el tránsito hacia el nuevo siglo, y<br />
serán vitales al momento de enfrentar los grandes<br />
cambios sociales de 1910.<br />
La Revolución Mexicana es indudablemente<br />
5 Acudiremos a la definición de patriarcado de Gerda Lerner:<br />
“la manifestación y la institucionalización del dominio masculino<br />
sobre las mujeres y los niños de la familia, y la ampliación de ese<br />
dominio masculino sobre las mujeres a la sociedad en general.<br />
Ello implica que los varones tienen el poder en todas las instituciones<br />
importantes de la sociedad y que se priva a las mujeres de<br />
acceder a él. No implica que las mujeres no tengan ningún tipo<br />
de poder o que se las haya privado por completo de derechos, influencia<br />
y recursos”, citado en Celina de Jesús Trimiño Velásquez,<br />
op. cit., p. 329.<br />
un parteaguas en las batallas feministas por<br />
nuevas reivindicaciones, especialmente políticas.<br />
La guerra brinda a las mujeres la posibilidad de<br />
participar en una gran variedad de actividades<br />
en el espacio público además de asumir funciones<br />
reservadas a los hombres. Quienes durante el siglo<br />
anterior habían expresado demandas por igualdad,<br />
educación y trabajo, aprovechan la coyuntura<br />
de descontento social generalizado durante los<br />
últimos años del Porfiriato para reclamar derechos<br />
de carácter político; asimismo, se involucran en el<br />
proceso revolucionario como activistas, ideólogas<br />
partidarias de alguna de las facciones y en diversas<br />
tareas requeridas para el desarrollo de la contienda.<br />
Con la experiencia acumulada durante la<br />
guerra surgen voces femeninas que pugnan por una<br />
educación moderna y la igualdad ante la ley; pero,<br />
más relevante, asumen una postura progresista frente<br />
a temas como sexualidad, matrimonio y religión.<br />
Se trata de un proyecto feminista que reclama su<br />
inclusión en la reconstrucción del Estado en los<br />
más diversos foros y que, como mujeres <strong>liberales</strong>,<br />
posicionan sus demandas en términos de derechos<br />
políticos que les permitan influir en el diseño de leyes<br />
que brinden mayores beneficios para su causa.<br />
Estos proyectos feministas encuentran<br />
en los años posteriores a la Revolución nuevos<br />
espacios de participación y formas de encarar las<br />
posturas gubernamentales. Asimismo, la modificación<br />
del marco legal ampliará sus oportunidades para<br />
intervenir en educación, trabajo y producción cultural,<br />
entre otros ámbitos. Sus actividades se integran<br />
al poder político a través del corporativismo y, a<br />
veces cuestionándolo otras como aliadas del mismo,<br />
persisten en la demanda por el sufragio y la igualdad