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Antes de concluir este breve recorrido por las diversas<br />
posturas que discutieron sobre lo pertinente o nocivo que<br />
resultaría el ingreso de las mexicanas a la educación secundaria<br />
y superior, es oportuno señalar que algunos sectores<br />
de mujeres difundieron su propuesta no sólo a través de medios<br />
impresos periódicos, como diarios y revistas, también<br />
lo hicieron desde una plataforma editorial formal. Es el caso<br />
de los dos libros de Laureana Wright de Kleinhans: Educación<br />
errónea de la mujer y medios para corregirla, México,<br />
Imprenta Nueva, 1892; La emancipación de la mujer por<br />
medio del estudio, México, 1891; o de Dolores Correa<br />
Zapata autora de numerosos libros utilizados como lecturas<br />
obligatorias en las escuelas nocturnas y en la Normal de<br />
Profesoras. Entre las más citadas: Nociones de Instrucción<br />
Cívica y Derecho Casual, 7a. edición, México, Librería de<br />
la viuda de Ch. Bouret, 1907; Conferencias sobre las escuelas<br />
normales de la República. Trabajos iniciados por Alberto<br />
Correa en el año de 1908 y publicados por Dolores Correa<br />
Z., México, Carlos Luteroth, 1911; Vida humilde o Memorias<br />
de una maestra... Obra escrita para servir de lectura<br />
en las escuelas nocturnas de obreras, México, Imprenta de<br />
Carlos Luteroth, 1910.<br />
Así pues, y aun cuando más adelante analizaremos<br />
un aspecto puntual del debate decimonónico sobre el<br />
acceso de las mujeres a la educación superior (el discurso<br />
que en favor de la igualdad intelectual femenina promovieron<br />
Violetas del Anáhuac y La Mujer Mexicana, proyectos<br />
editoriales a los que pertenecieron Laureana Wright y<br />
Dolores Correa) es importante subrayar que la mayoría de<br />
las revistas para mujeres, dirigidas por ellas mismas, tuvo<br />
elementos unificadores muy significativos respecto a dicha<br />
discusión.<br />
En primer término, se observa una defensa absoluta<br />
del derecho de las mujeres a recibir educación (básica,<br />
superior y profesional), así como la pertinencia de su argumentación<br />
como parte del cumplimiento del espíritu civilizador<br />
que presumía la consolidación del país en cuanto nación<br />
moderna y liberal. Apegadas a la creencia generalizada<br />
en aquellos momentos de que la “educación intelectual del<br />
individuo debía llevar a la reconstrucción de la sociedad”, 31<br />
estas mujeres suscribieron también la idea de que el progreso<br />
material (inseparable de la modernidad), requería<br />
asimismo de un progreso espiritual y del pensamiento. En<br />
segundo lugar, el desacuerdo respecto a los límites y fines<br />
de la educación femenina. La atención se dirige entonces al<br />
papel que una mujer instruida puede jugar al interior de la<br />
familia y, de manera más extensa, de la sociedad.<br />
Como puede observarse, ambos aspectos resumen<br />
la polémica central respecto a la educación femenina<br />
que recorrió todo el siglo: ¿en qué beneficiaría –o haría<br />
peligrar– aquella instrucción a su rol social como madres?<br />
Como veremos a continuación, más allá del discurso y la<br />
suposición, las respuestas a esta preocupación se gestaban<br />
ya en otros ámbitos y prácticas de la realidad nacional.<br />
31 Charles Hale, La transformación del liberalismo en México a fines del<br />
siglo xix, México: Vuelta, 1992, p. 242.